Me lo aseguró un día mi amigo Cele mientras intentaba inútilmente adaptar mi marcha a su rapidísima velocidad de paseo, allá por los caminos arropados por la dehesa. «Con todo eso que echan en el campo ya no hay pájaros como antes». Yo le miraba incrédulo, pues a nuestro alrededor no parábamos de levantar totovías, cogujadas, abubillas, collalbas, abejarucos; no dejaban de oírse oropéndolas, torcecuellos, picapinos, verdecillos. «Esto no es nada», me seguía diciendo. «Antes había pájaros a miles, por todas partes. Tanto que al amanecer en verano, cuando estábamos segando desde la madrugada, te volvían loco con sus cantos».
Nuestros sabios, y mi amigo Cele era uno de ellos, sólo necesitaban de su experiencia para llegar a conclusiones irrefutables. Nosotros necesitamos ahora de muchos medios y dedicación para confirmarlas. Como la desolación creciente de la naturaleza, cada vez más silenciosa y monótona.
Se trata de conocer qué especies habituales en los campos españoles están dejando de serlo poco a poco, casi sin darnos cuenta. Los primeros resultados confirman la apreciación de nuestros mayores, perdemos biodiversidad a pasos agigantados por culpa de nuestras malas políticas ambientales. La población de alondras se reduce, la de codornices. y hasta la popular golondrina sufre el declive. Estos días paseo con varios amigos y con sus hijos por el campo y les explico: «Antes, todo esto estaba lleno de pájaros que cantaban sin parar». Y ellos me miran con asombro, contentos con el vuelo loco de una solitaria calandria.
(Miles de voluntarios durante más de diez años están desarrollando por iniciativa de SEO/BirdLife un programa de seguimiento de aves comunes.)
Nuestros sabios, y mi amigo Cele era uno de ellos, sólo necesitaban de su experiencia para llegar a conclusiones irrefutables. Nosotros necesitamos ahora de muchos medios y dedicación para confirmarlas. Como la desolación creciente de la naturaleza, cada vez más silenciosa y monótona.
Se trata de conocer qué especies habituales en los campos españoles están dejando de serlo poco a poco, casi sin darnos cuenta. Los primeros resultados confirman la apreciación de nuestros mayores, perdemos biodiversidad a pasos agigantados por culpa de nuestras malas políticas ambientales. La población de alondras se reduce, la de codornices. y hasta la popular golondrina sufre el declive. Estos días paseo con varios amigos y con sus hijos por el campo y les explico: «Antes, todo esto estaba lleno de pájaros que cantaban sin parar». Y ellos me miran con asombro, contentos con el vuelo loco de una solitaria calandria.
(Miles de voluntarios durante más de diez años están desarrollando por iniciativa de SEO/BirdLife un programa de seguimiento de aves comunes.)