Compramos energía a futuro

MEMBRIO: La sonoridad armoniosa de los paisajes vivos, por las...

La sonoridad armoniosa de los paisajes vivos, por las que no se paga entrada, es la más segura forma de llegar a comprender hasta qué punto somos eso que tenemos delante. De ahí que cuando resulta imposible escuchar las melodías del derredor se nos prive de una delicia que, con todo, seguimos mereciendo. Pero el ruido manda y acapara. Tanto que solo cabe escapar al mismo en algo menos del 2% del territorio nacional. O para que se entienda con más precisión. Contamos con un porcentaje menor del territorio con silencio que con linces.

Lo que desgarra el ruido es el largo, intenso y gratuito concierto de la vida. Que dilapida una realidad, insisto, nada mentirosa entre otras cosas porque con ella se alcanza el máximo posible conocido de reciprocidad, la que se establece entre el emisor y el receptor, ambos idéntico acto de creatividad. La sonoridad leve de los campos pregunta y tus tímpanos responden. Acto que a su vez provoca tu placer. Porque la impresión que recibidos no tiene intermediarios ni interruptores, esos que nos atacan y manipulan constantemente en nuestro mundo ruidoso. Y nada hay más hospitalario en este mundo, casi siempre es de la misma intensidad que la petición de alojamiento lanzada al infinito por la siringe del pájaro, la garganta del agua o la lengua de la brisa. Es pues además un diálogo ciertamente equilibrado. De esos que dejan la huella más profunda, esa que no pesa ni cuesta nada.

Pero como cualquiera de las especies en peligro, acaso algún día como ha empezado a suceder en los Estados Unidos, incluyamos, en lo a rescatar de su completa extinción, los lugares libres de la contaminación acústica.

GRACIAS Y QUE LA VIDA OS ATALANTE