Cae paulatinamente; sobre los cristales llueve y llueve. En mitad de un bosque, efímeramente mimetizado por los auxiliares ojos, un edificio medio derruido. Entre las sombras, la impresión impresionante de Renoir. Casi todo sigue igual; los grises infinitos y la suavidad intermitente. Sólo he visto un ruido que se aleja y he oído una sombra que le acompaña. Tú, corazona, sigue con Tenorio, y, así, nos alegrarás las mañanas. Un mañanero saludo a to quisqui, y, para ti, como menos no podía ser, un beso de agua. PC