El
Río Salor, las botas Katiuscas. ¡Que tiempos,
amigo Valdío! Lo que no sé es como no pasaban más desgracias. El
agua estaba fría de cojones. Y, sólo de recordar que volviste descalzo, me entra un temblor de la leche. Estoy firmes. Me cuesta escribir en esa posición, pero basta que lo digas tú, para obedecer al instante. Un abrazo para todos. PC