Como quiera que me voy de fin de semana y llevo consigo una mochila tendente a la melancolía irónico/festiva- lo cual tiene tela- Dejo este "cuento" que, aunque el personaje es ficticio, los hechos son reales. Este "cuento" se lo dedico a la equidistancia entre Merida y Badajoz. También a las Encinas centenarias, a las pisaeras, a la rivera azul, a los que comen arroz cocido, a los castillos, a los que creen que hoy es vísperas de ayer y, como no, a mi verde esperanza. También, a quienes quieran leerlo. A los que no, sería absurdo.
JUAN PIRINOLO (Esta histórica historia es verídica, aunque de incierta certidumbre)
Se cuenta de Juan “Pirinolo”, que fue un niño difícil (yo lo conocí ya mayor) Según las crónicas, de pequeño no conocía las medidas de longitud, pues parece ser que en el entorno familiar sólo le enseñaban cosas relativas a medidas de superficie. En su descargo, es de considerar que hablar de la luna a los niños, cuando deberían jugar a las canicas, es un problema que tiende a modificar su personalidad.
Dicen de “Pirinolo”, que se crió entre gallinas y cerdos, allá por entre los encinares negros y polvorientos de la humilde Extremadura- tan ajena a su voluntad y entendimiento- Pero, dicen también las crónicas, que aquellos animales los cuidaban otros. Otros con sombrero de paja al estío y gorra de pana vieja a los gélidos inviernos. Al fin y al cabo, Pirinolo, nació lejos, y en aquellos lugares no había cerdos, sólo edificios enormes poseídos por las telarañas de la melancolía.
"Pirinolo", se hizo mayor añorando los sombreros tétricos y las gorras lóbregas de aquellos que posibilitaban sus juegos en el inmenso mar de amapolas, cuando al bípedo burro se le caían las lágrimas. ¡Que bonitos son los juegos extremeños!
Y se hizo mayor, "Pirinolo", hablando de hectáreas y otros cuentos; componiendo canciones hueras al compás de los silencios. Y creció, creció; y el Estado le dio un empleo; bueno y enorme, inversamente proporcional a sus méritos. Es de considerar, no obstante, en su defensa, que "Pirinolo" fue el niño de las hectáreas; y, a veces, las hectáreas no nos dejan ver los metros.
"Pirinolo", ya mayor, acompañado de su orondo sueldo, pasaba las mañanas meditando, mirando a través de los grandes ventanales que daban al patio de aquel edificio nuevo. Absorto, "Pirinolo", la mirada perdida, observaba – parece ser- el infinito, y balbuceaba breves palabras. Palabras en descomposición argumental; monosílabas, bisílabas…tetrasílabas: ¡Sí, no, hectáreas; sí, no, hectáreas!
Voces lejanas sucumbían en sus oídos. Voces que le decían: ¡"Pirinolo"!: justicia, equidad, igualdad, ley, derecho, dignidad, principios, ética, moral. Mas, él, absorto, imbuido de ese silencio lacerante y monocorde que atrofia los sentidos, repetía incesantemente: ¡Sí, no, hectáreas; sí, no, hectáreas!
Él, siempre se creyó el mejor, el más audaz e inteligente de todos- no en vano le fue inculcado a sangre y fuego- En su megalomanía, ignoró a Machado y a su "pensar que pensar debía en asentar la cabeza". El señorito andaluz, sabemos, asentóla a la manera española; éste no tuvo tiempo. Su tiempo fue carcoma medieval en madera contemporánea. Él, seguía montado en su caballo de cartón, procurándose caídas apócrifas para contar a sus ¿Amigos? ¡Pobre "Pirinolo", tan solo!
Cierta mañana, paseando por un lago que dormita en una casa que no es casa, de un campo que no es campo, me quedé asombrado viendo cómo un indigente, desarrapado y en evidente estado de embriaguez, disertaba, echado sobre un elegante sesentón que, perdido en la inopia, miraba a la nada. – ¡No quieeero, ni tu supueeesto dineeero ni tu hipoteeético poder!- le decía- ¡Quiero, como Diógenes, que no me arrebates el Sol! Él, pseudo-elegante, con su traje desempolvado, de estructura granítica, no contestaba; solamente, en su soliloquio indefinido, repetía, monocorde: ¡Sí, no, hectáreas; sí, no hectáreas!
¡Pobre "Pirinolo"! Allí lo dejé filosofando.
Es cierto, no obstante, que había sumado argumentos a sus principios. Tres argumentos más: lago, gallina y mío. Ahora, ya tiene más ideas para su desarrollo argumental. En concreto, seis: ¡Sí, no, hectáreas, lago, gallina y mío! Creo, sin embargo, que también vota. Y, seguramente, nunca pierde las elecciones.
PC.
JUAN PIRINOLO (Esta histórica historia es verídica, aunque de incierta certidumbre)
Se cuenta de Juan “Pirinolo”, que fue un niño difícil (yo lo conocí ya mayor) Según las crónicas, de pequeño no conocía las medidas de longitud, pues parece ser que en el entorno familiar sólo le enseñaban cosas relativas a medidas de superficie. En su descargo, es de considerar que hablar de la luna a los niños, cuando deberían jugar a las canicas, es un problema que tiende a modificar su personalidad.
Dicen de “Pirinolo”, que se crió entre gallinas y cerdos, allá por entre los encinares negros y polvorientos de la humilde Extremadura- tan ajena a su voluntad y entendimiento- Pero, dicen también las crónicas, que aquellos animales los cuidaban otros. Otros con sombrero de paja al estío y gorra de pana vieja a los gélidos inviernos. Al fin y al cabo, Pirinolo, nació lejos, y en aquellos lugares no había cerdos, sólo edificios enormes poseídos por las telarañas de la melancolía.
"Pirinolo", se hizo mayor añorando los sombreros tétricos y las gorras lóbregas de aquellos que posibilitaban sus juegos en el inmenso mar de amapolas, cuando al bípedo burro se le caían las lágrimas. ¡Que bonitos son los juegos extremeños!
Y se hizo mayor, "Pirinolo", hablando de hectáreas y otros cuentos; componiendo canciones hueras al compás de los silencios. Y creció, creció; y el Estado le dio un empleo; bueno y enorme, inversamente proporcional a sus méritos. Es de considerar, no obstante, en su defensa, que "Pirinolo" fue el niño de las hectáreas; y, a veces, las hectáreas no nos dejan ver los metros.
"Pirinolo", ya mayor, acompañado de su orondo sueldo, pasaba las mañanas meditando, mirando a través de los grandes ventanales que daban al patio de aquel edificio nuevo. Absorto, "Pirinolo", la mirada perdida, observaba – parece ser- el infinito, y balbuceaba breves palabras. Palabras en descomposición argumental; monosílabas, bisílabas…tetrasílabas: ¡Sí, no, hectáreas; sí, no, hectáreas!
Voces lejanas sucumbían en sus oídos. Voces que le decían: ¡"Pirinolo"!: justicia, equidad, igualdad, ley, derecho, dignidad, principios, ética, moral. Mas, él, absorto, imbuido de ese silencio lacerante y monocorde que atrofia los sentidos, repetía incesantemente: ¡Sí, no, hectáreas; sí, no, hectáreas!
Él, siempre se creyó el mejor, el más audaz e inteligente de todos- no en vano le fue inculcado a sangre y fuego- En su megalomanía, ignoró a Machado y a su "pensar que pensar debía en asentar la cabeza". El señorito andaluz, sabemos, asentóla a la manera española; éste no tuvo tiempo. Su tiempo fue carcoma medieval en madera contemporánea. Él, seguía montado en su caballo de cartón, procurándose caídas apócrifas para contar a sus ¿Amigos? ¡Pobre "Pirinolo", tan solo!
Cierta mañana, paseando por un lago que dormita en una casa que no es casa, de un campo que no es campo, me quedé asombrado viendo cómo un indigente, desarrapado y en evidente estado de embriaguez, disertaba, echado sobre un elegante sesentón que, perdido en la inopia, miraba a la nada. – ¡No quieeero, ni tu supueeesto dineeero ni tu hipoteeético poder!- le decía- ¡Quiero, como Diógenes, que no me arrebates el Sol! Él, pseudo-elegante, con su traje desempolvado, de estructura granítica, no contestaba; solamente, en su soliloquio indefinido, repetía, monocorde: ¡Sí, no, hectáreas; sí, no hectáreas!
¡Pobre "Pirinolo"! Allí lo dejé filosofando.
Es cierto, no obstante, que había sumado argumentos a sus principios. Tres argumentos más: lago, gallina y mío. Ahora, ya tiene más ideas para su desarrollo argumental. En concreto, seis: ¡Sí, no, hectáreas, lago, gallina y mío! Creo, sin embargo, que también vota. Y, seguramente, nunca pierde las elecciones.
PC.