No te quepa la menor duda, amigo Vísperas, que de haberme enterado de tal estropicio “carbajento”, me hubiese dejado caer por los “lares”. Este fin de semana me quedé por Madrid. Estuve rebuscando en la Biblioteca Nacional algún documento del Rey felón. (y di con él) Te imagino y envidio, sentado junto a ese silencio tan hermoso, que se acompasa a veces con las campanillas y el ladrido un tanto lejano de los canes. Envidio tu “corrá” y tu soledad, porque esos momentos se pueden amenizar con una buena conversación; o, mejor dicho, con un buen silencio y un poquito de vino – sabes que si lo que vamos a decir no es más hermoso que el silencio, es mejor callar- Estuve por los carnavales y no te observé, tampoco al otro. Lo tuyo me lo imaginaba, por aquello de la lejana cercanía; lo de él, menos. Quizás sea por lo de los descendientes. A ver si la próxima vez os detecto, a contrario se me hace largo. Yo viajé mucho en el “EXPRESO QUE TARDABA TODA LA NOCHE”, e incluso- como no había automatismos porticados- me sentaba en el escalón por donde suben los pasajeros, y, allí tomaba el fresco tranquilamente. Eran otros tiempos, los de la revolución de los claveles. Me acabo de ver en la foto del burro y me ha hecho mucha ilusión; más que por mí, que me tengo muy visto, por los que allí posaron. Grandes amigos. Un abrazo a todo “quisqui”. PC