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MEMBRIO: ¡Ay, Ronda que Ronda, rondando!...

¡Ay, Ronda que Ronda, rondando!
¡Ay, mira que fatigitas tengo!
que cuando volví, ya no estabas,
en la Ronda de mis cuentos.

Querido primo y hermano. Sé, que te alegras conmigo, porque juntos quisimos y amamos. Sé, que sabes, que hay momentos en que uno se acuerda de aquellos que se hubiesen emocionado (Te lo dirá nuestra querida Pinaryencina) Sé, que sabes, que, a veces, nos tragamos la saliva. También sé, que sabes, que otras, uno debe, cuando los otros importan, aferrarse a la estoica, para no trasmitir negros. En fin, qué decirte. Pues te diré, que NO SABES, que, cuando te leo, al margen el fondo, percibo que la prosa poética es la más hermosa de las hijas de la literatura. Son cosas de aquellos militares, que se hacían llamar, Cervantes, Lope, Garcilaso, Calderón, Cadalso…
Sobre los “estornudos rodantes”…dejemos que, Ovidio, nos explique por décima vez, qué narices es eso del arte de amar. Y, ya sabes, querido primo, que esas casetas de luces de colores, que pululan por nuestras vías, y que tanto y tan bien oscurecen la luz de la noche, donde- según dijo uno- se concentra el amor de ciertos casados… que, digo yo, nunca lo estuvieron, pero que lo necesitaron, no tienen ruedas. ¿Quien narices inventó las ruedas, para llevar patéticos paisajes a la sombra de mi álamo azul? Es de seguro que no fue Juan Ramón. Abrazo muy fuerte para todos, y muy especialmente para ti. Termino como empecé:

Cuando CALAMBÚ me escribe
me siento con temple de torero,
sobrándome decir que lo quiero
porque es algo que se percibe.
Y me consta que lo recibe
como yo su quinteto, entero,
que, a mí, como Caballero,
no hay cosa que más me prive.

P-PC/H-PC