GARROVILLAS: 3...

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Atención pueblo, un cruento grupo guerrillero armado hasta los dientes, pulula suelto por los pueblos y ciudades extremeñas y también del resto de la Península Ibérica y sus pedanías adyacentes.

Al parecer, nació, creció y se ha hecho mayor en Cáceres, ciudad que según me han dicho se presenta para ver si es declarada enclave cultural 2016; lo que me parece una redundancia, pues, cultural ya lo es, y histórica ¡y de qué manera! Pero a lo que íbamos moza recia. Este peligrosísimo grupo del que te hablo, se halla en posesión de una terrible arma de destrucción masiva. Se hace llamar Labotika y, por donde ellos pasan siembran una desternillante semilla que fructifica al instante en una marea alta de carcajadas y buen humor. A veces, sutiles, a veces, hinchadas con la sal gorda con la que sus integrantes condimentan sus representaciones, porque, no te lo he dicho todavía, pero es que son actores, cómicos, como los antiguos que se pateaban los caminos de las Españas, pero ahora, como las ciencias avanzan tanto que es una burrada, no van en el coche de san Fernando; sino en una furgona que se han comprado. Y no son cómicos de los llamados de la legua, sino de los kilómetros, a los que devoran a bordo de su rudimentario y caro para ellos, artefacto mecánico.

Lo que ahora llevan entre manos; o entre piernas, no sé, lo titulan (Perdona bonita, pero Lucas me quería a mi), y es una trama seudo-cachonda-policial, con fiambre y todo, que hacen de un tirón que dura dura y en tensión constante, una hora o así, a la que el espectador asiste intentando no perder jilvan, entre risueñas escenas y diálogos desternillantes. Aunque de momento, no entran en el escabroso mundo de la pajilla aliviadora esa, que tanto revuelo y daño está causando al parecer, en las neuronas de señoritas, señoras y musculosos guerreros parapetados dentro de sus ornamentadas jáquimas con anteojeras. Pero todo se andará.

El sábado por la tarde, recia moza, aprovechando el buen tiempo, salí de mi cubil del Latrio y fui a un teatro que le dicen El Moderno, sito en un pueblo de la comarca catalana del Baix Llobregat, donde actuaban, y me lo pasé de chupa pan y moja para arriba. Y es que, en este mundo cruel donde nada es verdad ni mentira, copado por tanta mala leche y gente gruñona empeñadas en que hagamos lo que ellos creen que es bueno, sin permitirnos ni el derecho de usar nuestro propio cuerpo como mejor nos guste, siempre es refrescante, gratificante y de agradecer, una miaja de buen humor.