Ermita del Cristo. Vista lateral, AHIGAL

RESEÑA HISTÓRICA

La ermita del Cristo de los Remedios, a la que secularmente se le ha venido dando el nombre de Humilladero, tiene un interesante pasado. Dice la tradición que tuvo su origen en una sencilla cruz que se alzaba en el cordel de ganados y que era lugar de encuentro o reunión de los ganaderos que iban y venían de los agostaderos. Ya entonces era esta cruz objeto de una singular devoción. Junto a ella se despedían a los que se iban y junto a ella se aguardaba el regreso. Era la cruz testigo de lágrimas, de alegrías y de rezos. Se trataba de un oratorio tanto para los ahigaleños como para las personas que, de paso, transitaban el cordel en una u otra dirección.

Esta pequeña capillita o resguardo, existente en la primeras décadas del siglo XVI, iba a ser objeto de una especial atención desde el momento en que se instituye legalmente la cofradía de la Cruz de Cristo Redentor Nuestro, a la que popularmente se conoció por Cofradía de la Vera Cruz. Esto ocurrió en el año 1542, hace la friolera de casi cinco siglos. Será en 1579 cuando se comienzan las obras de construcción de lo que se podía definir como una ermita en el sentido literal de la palabra. Allí tendrá la cofradía sus reuniones, sus capítulos y algunos actos devocionales.

La orientación de esta ermita era hacia el norte. Sus reducidas dimensiones, así como el fuerte ritmo de trabajo que se le imprimió a la obra, fueron las razones para que al año siguiente se hallara totalmente construida. El valor total de la fábrica alcanzó 212.246 maravedises, sin que podamos precisar cuánto correspondió a materiales y cuanto se pagó a los obreros. Sólo sabemos que el maestro cantero Álvaro de Vega, en concepto de una adelanto cobró 4.817 maravedises, que hubieron de hacerse efectivos antes del 24 de julio de 1580. Así vemos que en esa fecha, al tomar las cuentas al mayordomo Lorenzo Pérez por parte de Bernabé Fernández (cura de Ahigal), Francisco González (mayordomo), Juan Cabezalid, Andrés Núñez, Francisco Domínguez, Juan Pérez, Alonso Simón y Francisco Esteban, se apunta en el apartado de desembolsos:

“Vióse el libro de gastos que había gastado en servicio de la Cofradía en gastos lícitos, con tres quinientos y dos maravedises que había pagado a Alvaro de Vega, para en parte de pago de la obra de la ermita, de su cargo mil y trescientos y quince maravedises”

En esta primitiva ermita recibirá culto el Cristo del Perdón. Pero el empeño que la cofradía se toma con el humilladero hace que en el año 1617 se adquiera la talla del Santo Cristo de los Remedios, siendo trasladada la otra imagen a la iglesia parroquial. Por aquel entonces, tal y como recogen los estatutos de la Vera Cruz en el apartado “lugar y día desta devoción” tanto la fiesta del Día de la Cruz (3 de mayo) como la de San Francisco de Asís (4 de octubre) tenían por marco de celebración la iglesia. Muy a pesar de los cofrades y del enorme esfuerzo que venían realizando para llenar de máximo contenido el humilladero, éste tiene vedado la celebración de misas en su interior. Pero como la devoción al nuevo Crucificado crece como la espuma, en un cabildo o reunión de la Vera Cruz se acuerda solicitar de don Pedro de Carvajal, obispo de Coria, la autorización pertinente para que las misas también tengan cabida en el recinto sagrado. He aquí los términos en los que se dirigen al prelado:

“Hernando bm. Licenciado, clerigo beneficiado de la parroquia de Ahigal, lugar deste obispado, y Juan Bueno, mayordomo de la Cofradía de la Santa Vera Cruz, y los diputados della, besamos a vuestra merced las manos y le suplicamos nos dé su licencia para que se pueda decir misa en el humilladero deste dicho lugar, atenta la decencia que tiene y la mucha devoción que la gente tiene a un Cristo que allí está; que en hacerlo ansí hará vuestra merced servicio a Nuestro Señor, y a nosotros mucha merced...”.

La respuesta llega a Ahigal el 2 de mayo de 1626, y en ella se da carta libre para que en el Humilladero pueda decirse la Santa Misa cada 3 de mayo, fecha en la que entonces se celebraba la más importante fiesta en honor del Cristo.

Haciendo un paréntesis hay que apuntar que la actual fiesta del Cristo nació de rebote. Los estatutos de la Cofradía de la Vera Cruz especifican ampliamente los actos que se llevarán a cabo el día tres de mayo. Solamente en uno de los apartados añaden que el día 4 de octubre, festividad de San Francisco de Asís, podrán repetirse las actuaciones del Día de la Cruz. Recordemos que, hasta mediados del siglo XIX por lo menos, Ahigal vino festejando el cuatro de octubre a San Francisco de Asís, y nunca al Cristo en exclusividad. Pascual Madoz, en el año 1846, al describir nuestra iglesia comienza con esta frase: “La iglesia parroquial (San Francisco de Asís, patrón del pueblo), situada en el centro...”.

Siguiendo una fuente de primera mano, lo que nos facilita considerablemente el trabajo, se nos dice que entre los años 1703 y 1719 se ejecutan las obras de ampliación de la ermita, estructurándola de la forma en que actualmente se conserva. Se procedió a la demolición del antiguo humilladero, que ocupaba dos tercios aproximados de la cabecera.

Hoy la ermita queda orientada hacia el noroeste y consta de dos cuerpos separados entre sí por un arco de medio punto. Otro arco de características idénticas, aunque algo mayor, ocupa la parte central del primero de los cuerpos y sostenía una techumbre de teja vana a dos aguas. El segundo de los cuerpos, que configura el testero rectangular, es de dimensiones más reducidas. Este se cubre con una bóveda de media naranja sostenida mediante cuatro pechinas. Sobre ella se dispone un tejado de cuatro vertientes. Los vanos de la ermita en el momento de su construcción se reducían a dos puertas y a dos pequeñas ventanas adinteladas y enmarcadas con granito en la parte frontal, una a cada lado de la puerta del mismo lado. Esta es de medio punto con dovelas alomada. La otra puerta, también de medio punto, se localiza en el lado del evangelio.

La falta de fondos por parte de la cofradía obliga a los hermanos, previo acuerdo en cabildo general, a hacer una senara que posibilite el pago de la obra. Los cofrades trabajaran campos ajenos con el fin de recaudar el dinero necesario para hacer frente a los gastos. Así todo se llevó a buen puerto.

En 1756 ya se había tallado el retablo y colocado en el Humilladero. Ocupa toda la parte frontal y se configura en base a tres hornacinas dispuestas en horizontal. La central acoge la imagen del Cristo de los Remedios, mientras que las otras dos hornacinas laterales están ocupadas por las tallas de San Antonio y de San Ramón, a izquierda y derecha, santos que por aquellas fechas se les hacían rumbosas fiestas. Los gastos de la hechura del retablo alcanzan los 2.969 reales, distribuidos así: 2.400 reales para el maestro; 426 reales para la madera; y 143 reales para los portes.

En mayo de ese mismo años el obispo de Coria, don Juan José García Alvaro, gira visita pastoral y se acerca hasta la ermita. Observa que el retablo se halla en tabla viva, es decir, sin dorar. Por consiguiente ordena proceder a su dorado por cuenta de la Cofradía de la Vera Cruz y apunta que, en caso de no tener suficientes fondos para hacer frente a los pagos al maestro dorador, se recurra a los fondos de los otros santos compañeros del Cristo, San Antonio y San Ramón, que a la sazón gozaban de mayordomía propia. El presupuesto del retoque del retablo ascendía a 140.600 maravedises, que podrían traducirse en 400 ducados o 4.400 reales.

Pero ni con lo prestado había dinero suficiente. Así que el obispo reitera el mandato cuando vuelve en visita cuatro años más tarde. De poco sirven las buenas intenciones si los que faltan son los dineros para pagar. Así que el retablo hubo de seguir como estaba. Ha de llegar de nuevo el prelado de visita a Ahigal, en 1772, para ver que la hucha de la hermandad gozaba de buena salud, por lo que no queda otro remedio que cumplir la orden de inmediato.

Los trabajos del dorado se realizan en 1775 y corren a cargo de Manuel Ximénez, un abulense de la localidad de Villa Franca, siendo revisada la obra por Francisco Clemente, perito y maestro dorador, de Perales del Puerto. Este tasa la obra en proporción al material invertido, que estima en “diez y nueve mil y nueve y siete mil panes de oro”. Lógicamente están incluidas aquí las partes correspondientes a los retablos de San Antonio y de San Ramón. Es por estos años cuando se pintan los interesantes frescos que cubren la cúpula.

En el año 1869, según reza la inscripción pertinente, se construyó la sacristía en el lado de la epístola. Posteriormente, ya en el siglo XX, se volvieron a ejecutar obras de relevancia en la ermita. En 1912 se construyó una tribuna para dar una mayor capacidad al Humilladero. La misma fue eliminada en la década de 1970, con motivo de unas drásticas “restauraciones” que hemos de considerar poco afortunadas. En el transcurso de las mismas se cambió la cubierta de madera por otra de fábrica, lo que viene a significar un grave error, al igual que ha sucedido con la apertura de los vanos. El que más perjudica a la ermita es el “ojo de buey” que se abrió en la parte frontal del edificio. No supuso ningún acierto el cambio del viejo portal que servía de atrio exterior por otro portal que rompe todo el esquema arquitectónico y que está pidiendo a voces su vuelta al estado primitivo.

Apuntemos por otro lado la desaparición de su altar de la imagen de San Antonio, sustituida por otra seriada de escayola, y el atentado que ha sufrido la talla de San Ramón, que ha debido soportar los pintarrajos de una brocha gorda.

JOSÉ MARÍA DOMÍNGUEZ MORENO
RESEÑA HISTÓRICA

La ermita del Cristo de los Remedios, a la que secularmente se le ha venido dando el nombre de Humilladero, tiene un interesante pasado. Dice la tradición que tuvo su origen en una sencilla cruz que se alzaba en el cordel de ganados y que era lugar de encuentro o reunión de los ganaderos que iban y venían de los agostaderos. Ya entonces era esta cruz objeto de una singular devoción. Junto a ella se despedían a los que se iban y junto a ella se aguardaba el regreso. Era la cruz...