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PUEBLA DE ALCOCER: TRIBUNA EXTREMEñA El vuelo de la imaginación AGUSTíN...

TRIBUNA EXTREMEñA
El vuelo de la imaginación
AGUSTíN MUñOZ SANZ/


EL presidente del Comité de Expertos del Gabinete de Iniciativa Joven (GIJ) de Extremadura, Eduardo Punset (abogado, economista y ex político relevante en la Transición), es un excelente divulgador de la Ciencia (programa 'Redes' de TVE-2) y una persona de envidiable solvencia intelectual y con merecido prestigio internacional. Punset acaba de publicar El viaje a la felicidad, en la editorial Destino. Por esas cosas que suceden en el insólito mundo de la edición ocurre que un ensayo divulgativo ha excedido las habituales expectativas de un libro de su naturaleza. Previsiblemente debería haber sido una obra de reflexión y acaso habría servido de debate para sociólogos, educadores, filósofos y científicos; mas, se ha convertido en un auténtico acontecimiento editorial, restándole popularidad en los escaparates y anaqueles de las librerías a otras obras mucho más ligeras, en cuanto al contenido y a la marea reflexiva que pueden provocar, libros que, por las sinrazones del mercado, suelen gozar de una llamativa aceptación en su mayoría. ¿A qué se debe este curioso fenómeno por el que un texto escrito para alentar el noble arte del discurrir se beneficia de la imparable publicidad 'boca a boca', casi sin conceder un tiempo prudente para meditar sobre su mérito? Una de las razones ajenas a su irrebatible valor intrínseco puede ser, en mi opinión, la certeza de que todas las personas pretendemos alcanzar la felicidad. El título del ensayo, perfectamente escogido, ya nos invita, como a unos pobres Ulises que no acaban de encontrar la ítaca anhelada, a explorar el camino. La búsqueda -todo viaje es una forma de pesquisa- de la felicidad. Una constante en la biografía del ser humano. La isla de Utopía cuyo perfil nunca se alcanza a ver en la distancia.

Algunos, incluso después de haber leído a Punset, pensamos que la auténtica felicidad, la felicidad absoluta, no existe. Existen, y tratamos de disfrutarlos con la intensidad debida, los momentos felices, las épocas de bonanza personal, económica, profesional, espiritual o afectiva. Existen los gratos momentos que muchos entienden -elevando el superíndice de la ecuación al infinito- como el armazón o el andamio sobre el que se sustenta la felicidad. Pero ésta es sólo la meta hacia la que cabalgamos por la pradera del existir, puesta la vista en el horizonte de los anhelos. Desde Aristóteles hasta Freud, pasando por Platón, Sócrates, Kant o John Mill, incluso en la Teología cristiana representada por Agustín de Hipona y por Tomás de Aquino, la felicidad y sus circunstancias han preocupado y ocupado a muchas y variopintas cabezas. Por algo será.

Una forma de buscar la vieja felicidad -el clásico summum bonum- que, contra lo que puede parecer, es un estado emocional bastante ajeno al cerebro pensante, es apelar a una joven vecina que habita en un piso más alto: la imaginación, o la loca de la casa, como la llamó con acierto Teresa de Ahumada. La imaginación propia, que nos permite llegar a lugares quiméricos o alcanzar metas imposibles; o la imaginación ajena, que se nos presenta ante los ojos curiosotes disfrazada de novela, poema, pintura u obra cinematográfica. La imaginación, una potencia del intelecto que permite proyectar sobre la pantalla de la esperanza las aspiraciones y los proyectos que nos motivan. Mi propia imaginación, por menesterosa que pueda ser, me permite suponer un fogonazo de felicidad ajena, el momento de gloria que debe de estar disfrutando un joven extremeño de 20 años cuyo talento le ha permitido dar vida a un proyecto empresarial novedoso. Su valiente iniciativa, sin complejos -¿quién sostiene que los jóvenes son inmovilistas y apáticos?-, le indujo a presentarlo al GIJ de Extremadura. En dicha entidad se valoró la idea positivamente, con criterios objetivos. Y hace poco, la Unión Europea consideró que el proyecto de la empresa extremeña Acuaphytex (http://www.aquaphytex.com) ha merecido ser premiado como algo innovador: a Pedro Tomás Delgado Ortiz, natural de la Puebla de Alcocer, le han distinguido como 'Joven Emprendedor 2005'. Feliz y justa decisión la de los sabios europeos, y antes la de los evaluadores del GIJ, un asunto que a todos debe alegrarnos como si fuera un reconocimiento hecho en beneficio propio. ¿Quién le iba a decir a este explorador del mar de la imaginación, este Pedro de Alcocer, que su sistema de filtro de plantas macrofitas en flotación, útil para depurar las aguas residuales en cualquier lugar del planeta, como el aeropuerto de Foronda (Vitoria), iba a ser escuchado, atendido y premiado por sesudos personajes que valoran y estiman a los que piensan? ¿Quién pudo pensar que su trabajo viajaría del anonimato a las páginas color salmón de los periódicos generales y económicos? él, sólo él y quienes le conocen, sabedores de la seriedad y de la solvencia del proyecto y de la fuerza imparable del talento. El talento, como la verdad, puede tardar en florecer, pero siempre florece.

Una nube no niega la realidad del verano ni un garbanzo hace puchero, pero de simples granos de arena están formadas las inmensas playas del sur; y minúsculos canchos de piedra sustentan el corazón pétreo y las crestas gallardas de las más altas cordilleras. El GIJ de Extremadura, en su escaso pero animado tiempo de existencia, ya se ve casi desbordado por la notable cantidad y calidad de los proyectos que buscan su camino a la felicidad. Algunos no aguantan más allá de la buena e ilusionada intención de quienes los presentan, y de la escucha solidaria y respetuosa de quienes los reciben; pero otros acuden impulsados por una sólida vocación de permanencia: con su acercamiento al Gabinete empiezan a recorrer el camino, a hacer el viaje punsetiano a la felicidad, a emprender el vuelo de su imaginación; en cualquier caso, un viaje hacia el futuro propio y el de su gente. Se puede argumentar que el futuro, como la felicidad absoluta, no existe. No debe acobardarnos esa línea de pensamiento, pues estamos naturalmente obligados, tal vez condicionados por la genética recibida en herencia, a buscarlo. Sólo se busca lo que está oculto, lo que no vemos: se escudriñan los misterios del existir. El viaje a la felicidad, como el vuelo de la imaginación o la actitud de aguardo en alerta ante el incierto futuro, es una prueba fehaciente de que late la vida. Imaginar es vivir. ¿Qué es el sueño de la existencia sino un viaje imaginativo mientras llega el amanecer que está por venir?

AGUSTíN MUñOZ SANZ es doctor en Medicina y escritor

Http://www.hoy.es/pg060131/prensa/noticias/Articulos_Opinion/200601/31/HOY-OPI-230.html.