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ORELLANA LA VIEJA: Milord informa. ...

Milord informa.
Crónica Orellanense.
Las sombras de la noche extendieron su manto de negrura sobre la tierra. El toque de oración oyóse en la cercana torre
de la iglesia del pueblo. Un relámpago en forma de ciz-zag cruzo el espacio y el trueno retumbó imponente, (petardo del nº 3) perdiendo su eco ronco en los pequeñas vaguadas de los arroyos que vierten al Guadiana. La niebla cae siniestra estrellándose, al ser empujada por furioso vendaval, sobre las encaladas tapias de las casas de la villa. Fulgores rojizos cruzan el obscurecido cielo, y a lo lejos, repercutiendo de un modo interminable, el viento ruge con alaridos endemoniados.
Este año ni la niebla ni el viento han podido impedir, sin embargo que nuestra adorable, inquieta y “vigiladísima” juventud
goce a su modo, aunque sufriendo los rigores del temporal, nuestras calles se vieron muy concurridas durante la Nochebuena, que para los que estábamos en casa no nos parecía tan buena, como para disfrutarla con tanto entusiasmo y tanto alboroto.
Brillaron por su ausencia, zambombas, almireces, guitarras, acordeones, trompetas, caracoles y cuanto pudiera alegrar o molestar al vecino pacifico que se entrega al descanso reparador. Sonaban en noche tan señalada, tan friolera y desapacible, entre el vocerío, cantares, chillidos y carcajadas de una muchedumbre delirante y frenética que alababan con Víctores a Baco en vez de a Jesús del que se recordaba su nacimiento. Una Pantarujada musical “Bombera y Petardera” (que envidiaría Valencia tener en los días de sus fallas). Nos acaricio los.... oídos toda la santa noche turbando el descanso de muchos con su algazara loca.
Sin embargo esta tarde fue templada y apacible. No os imaginais lo bello de un atardecer en el entorno de Orellana la Vieja. Se ponía el sol entre celajes de color de rosa y oro disluido entre los alomados cerros del estado de la Serena, los “periquitos” (planta herbácea de flores amarillas) se abren anunciando la primera de las dos Primaveras de que disfrutamos en Extramadura. Las bandadas de gorriones amigos inseparables de los humanos, que son muchos y están acostumbrados a vivir en paz con nosotros, y darse durante el día vueltas por las calles y tejados rebullen todos y juguetean sin miedo por los escasos árboles de la villa. Otros muchos pájaros cantores se despedían saludando con sus gorjeos a un rojo sol poniente, llenos de regocijo. Desde nuestro pueblo. Víctor Sanz.