Milord informa.
Terminaremos con A. T. E. D. (Asustadores Tradiccionales En Dacadencia), y despues seguire con los remedios caseros de Orellana la Vieja.
Yo esperaba y esperaba... Pero, la verdad, esperaba en vano porque no caía ninguno, tal era el espanto que les provocaba sólo el imaginarme. Pero ¿y tú? Te veo más disipado.
- ¡Calla, que estoy de un depresivo...!
- ¿Y por eso te vienes aquí, al Castillo Montalbán?
- ¡A ver! Es el único sitio casi oscuro que queda en el pueblo; " ¡Luz y no tanta, que me encandilo!"- que diría la zorrita del cuento.
-Si, ya sé que lo tuyo es la oscuridad.
- ¡Y que lo digas! ¡Ay! ¡Cómo añoro aquellos tiempos en que las casas solo se iluminaban con un candil o con el resplandor de las llamas de la chimenea! je, je, ¡y cómo disfrutaba yo cuando veía a los niños cruzar, casi volando, de arco en arco las naves del caño de casa! Yo me agazapaba y me estiraba en cada rincón, tras los sillones y los maceteros. Cuando iban a la cantaera obligados por la orden: -" ¡Trae un vaso de agua del bote!"- ¡Pobrecillos!, me intuían entre los cántaros, con mis largas uñas, abalanzándome sobre ellos. Y través de la gatera de la puerta, ese agujero negro y profundo, que de día daba risa, pero en las tinieblas era la misma puerta del infierno... ¿Y las gradas del doblao? ¿Quien era el valiente que subía de noche aquellas escaleras irregulares e infinitas? ¡Jó! ¿Y cuándo tenían que ir a la sala? Allí estaba yo, recortandome en el vano de la puerta de alcoba, aquella boca oscura y tenebrosa como la entrada de una tumba. (continuara)
Creo que algunos se habra percatado o intuido que la autora esta describiendo esos miedos y esas fobias que todos pasamos alguna vez cuando fuimos niños (El Calamandrullo y el o la Maricauñas). Desde nuestro pueblo, VÍctor Sanz.
Terminaremos con A. T. E. D. (Asustadores Tradiccionales En Dacadencia), y despues seguire con los remedios caseros de Orellana la Vieja.
Yo esperaba y esperaba... Pero, la verdad, esperaba en vano porque no caía ninguno, tal era el espanto que les provocaba sólo el imaginarme. Pero ¿y tú? Te veo más disipado.
- ¡Calla, que estoy de un depresivo...!
- ¿Y por eso te vienes aquí, al Castillo Montalbán?
- ¡A ver! Es el único sitio casi oscuro que queda en el pueblo; " ¡Luz y no tanta, que me encandilo!"- que diría la zorrita del cuento.
-Si, ya sé que lo tuyo es la oscuridad.
- ¡Y que lo digas! ¡Ay! ¡Cómo añoro aquellos tiempos en que las casas solo se iluminaban con un candil o con el resplandor de las llamas de la chimenea! je, je, ¡y cómo disfrutaba yo cuando veía a los niños cruzar, casi volando, de arco en arco las naves del caño de casa! Yo me agazapaba y me estiraba en cada rincón, tras los sillones y los maceteros. Cuando iban a la cantaera obligados por la orden: -" ¡Trae un vaso de agua del bote!"- ¡Pobrecillos!, me intuían entre los cántaros, con mis largas uñas, abalanzándome sobre ellos. Y través de la gatera de la puerta, ese agujero negro y profundo, que de día daba risa, pero en las tinieblas era la misma puerta del infierno... ¿Y las gradas del doblao? ¿Quien era el valiente que subía de noche aquellas escaleras irregulares e infinitas? ¡Jó! ¿Y cuándo tenían que ir a la sala? Allí estaba yo, recortandome en el vano de la puerta de alcoba, aquella boca oscura y tenebrosa como la entrada de una tumba. (continuara)
Creo que algunos se habra percatado o intuido que la autora esta describiendo esos miedos y esas fobias que todos pasamos alguna vez cuando fuimos niños (El Calamandrullo y el o la Maricauñas). Desde nuestro pueblo, VÍctor Sanz.