Es la segunda parte de Santos y Difuntos. en conmemoraíón de todos, desde Adán y Eva hasta nuestros días.
2ª parte
El sol se pone con un alo de misterio, un sol agonizante perdido entre las brumas que repartían un poco de luminosidad por el pueblo. Envuelto en sombras y fundiéndose con las oscuridades del interior de los pasillos un viento helado penetraba por seis oculares que semejaban pequeñas ventanitas. Ya es la hora heliaca, por unos momentos todo queda en silencio el monaguillo mayor da la orden de tocar a ánimas a dos monagos que están en el cuadrilátero que forma el recinto de las campanas, tres campanadas con cierto intervalo de tiempo son dadas con la campana más grande (la gorda según ellos) poco después se oye el sonido más agudo de la “nina” nombre de la campana más pequeña y a si comenzaba una larga noche de dobles por los muertos.
Los decrecientes días del otoño y la mala iluminación de la villa hacía que anocheciera pronto, era hora de encender las velas y comenzar el vegetariano banquete, mientras las campanas activadas por dos de los monaguillos que hacían el primer turno seguían con su triste lamento. Las velas, una veintena, estaban puestas en el suelo para evitar el ennegrecimiento de las lanchas de pizarra del techo de los estrechos pasillos, el suelo era de ladrillos rojos, y un tramo de lanchas sacadas seguramente del castillo Montalbán.
Hasta las doce o la una de la madrugada todo era trasiego y movimiento en los estrechos corredores, mientras comían se contaban cuentos de miedo y de peleas acaecidas entre ellos mismo honda en mano, a si que no era de extrañar que uno empezara para que se terminara en unos ataques a cascarazo limpio usando como proyectiles las recortadas cáscaras del los melones comidos. Estos juegos estaban prohibidos expresamente por el cura pero a pesar de la amenaza de la suspensión de la asignación semanal y el de recibir algún “cate” por parte del monaguillo encargado del orden no cesaban en su guerrero juego. Después, ya cansados del ajetreo entraban en calma y junto con los que bajaban de hacer su turno se adormecían dentro de la bovedilla de la cueva resguardados del helado aire de la fría noche.
Nuestra religión santa, llama a las puertas con el melancólico día de los Difuntos, y todo el mes de noviembre participa de la impresión lúgubre de esta solemnidad cristiana. Los fieles inspirados en los deseos de la Iglesia, dedican este mes a la oración por sus hermanos difuntos, la visita al Cementerio deja huella de los graves pensamientos que en él se concibieron; hasta la misma estación otoñal, en cuya plenitud se celebra este día, predispone a la meditación de estas sublimes verdades, pues hablan, en efecto, sobre la nada de las cosas humanas, aquellas hojas marchitas que arremolina el viento, aquellas pardas nubes que cierran el horizonte, aquellos breves días que son imágenes de nuestra fugaz existencia, todo proclama caducidad, decritud, muerte. Y del fondo de esas tumbas que pisamos, cien y cien generaciones nos están diciendo lo mismo que con su lenguaje dice la propia naturaleza a saber que nuestra vida es un soplo y el despertar de él, será hermoso u horrendo, será la eternidad.
Si lloviera unos cuanto años seguidos por estas fechas, poco a poco iría consiguiéndose concluir con una costumbre que fue piadosa pero ahora es todo lo contrario, y para colmo de males parte de la sociedad presenta ahora una novedad nueva, la noche de Halloween, fiesta esta típicamente estadounidense y anglosajona. Pero que saben los niños, los niños aprenden lo que se los enseña por gente mayores, pues al paso que van no será de extrañar que dentro de poco también celebren el “día de acción de gracias” ¿envidia? No, no protagonismo al precio que sea.
2ª parte
El sol se pone con un alo de misterio, un sol agonizante perdido entre las brumas que repartían un poco de luminosidad por el pueblo. Envuelto en sombras y fundiéndose con las oscuridades del interior de los pasillos un viento helado penetraba por seis oculares que semejaban pequeñas ventanitas. Ya es la hora heliaca, por unos momentos todo queda en silencio el monaguillo mayor da la orden de tocar a ánimas a dos monagos que están en el cuadrilátero que forma el recinto de las campanas, tres campanadas con cierto intervalo de tiempo son dadas con la campana más grande (la gorda según ellos) poco después se oye el sonido más agudo de la “nina” nombre de la campana más pequeña y a si comenzaba una larga noche de dobles por los muertos.
Los decrecientes días del otoño y la mala iluminación de la villa hacía que anocheciera pronto, era hora de encender las velas y comenzar el vegetariano banquete, mientras las campanas activadas por dos de los monaguillos que hacían el primer turno seguían con su triste lamento. Las velas, una veintena, estaban puestas en el suelo para evitar el ennegrecimiento de las lanchas de pizarra del techo de los estrechos pasillos, el suelo era de ladrillos rojos, y un tramo de lanchas sacadas seguramente del castillo Montalbán.
Hasta las doce o la una de la madrugada todo era trasiego y movimiento en los estrechos corredores, mientras comían se contaban cuentos de miedo y de peleas acaecidas entre ellos mismo honda en mano, a si que no era de extrañar que uno empezara para que se terminara en unos ataques a cascarazo limpio usando como proyectiles las recortadas cáscaras del los melones comidos. Estos juegos estaban prohibidos expresamente por el cura pero a pesar de la amenaza de la suspensión de la asignación semanal y el de recibir algún “cate” por parte del monaguillo encargado del orden no cesaban en su guerrero juego. Después, ya cansados del ajetreo entraban en calma y junto con los que bajaban de hacer su turno se adormecían dentro de la bovedilla de la cueva resguardados del helado aire de la fría noche.
Nuestra religión santa, llama a las puertas con el melancólico día de los Difuntos, y todo el mes de noviembre participa de la impresión lúgubre de esta solemnidad cristiana. Los fieles inspirados en los deseos de la Iglesia, dedican este mes a la oración por sus hermanos difuntos, la visita al Cementerio deja huella de los graves pensamientos que en él se concibieron; hasta la misma estación otoñal, en cuya plenitud se celebra este día, predispone a la meditación de estas sublimes verdades, pues hablan, en efecto, sobre la nada de las cosas humanas, aquellas hojas marchitas que arremolina el viento, aquellas pardas nubes que cierran el horizonte, aquellos breves días que son imágenes de nuestra fugaz existencia, todo proclama caducidad, decritud, muerte. Y del fondo de esas tumbas que pisamos, cien y cien generaciones nos están diciendo lo mismo que con su lenguaje dice la propia naturaleza a saber que nuestra vida es un soplo y el despertar de él, será hermoso u horrendo, será la eternidad.
Si lloviera unos cuanto años seguidos por estas fechas, poco a poco iría consiguiéndose concluir con una costumbre que fue piadosa pero ahora es todo lo contrario, y para colmo de males parte de la sociedad presenta ahora una novedad nueva, la noche de Halloween, fiesta esta típicamente estadounidense y anglosajona. Pero que saben los niños, los niños aprenden lo que se los enseña por gente mayores, pues al paso que van no será de extrañar que dentro de poco también celebren el “día de acción de gracias” ¿envidia? No, no protagonismo al precio que sea.