Alguien tenía que haber calumniado a Josef K2, pues fue detenido una mañana sin haber
hecho nada malo3. La cocinera de la señora Grubach, su casera, que le llevaba todos los días
a eso de las ocho de la mañana el desayuno a su habitación, no había aparecido. Era la
primera vez que ocurría algo semejante. K esperó un rato más. Apoyado en la almohada, se
quedó mirando a la anciana que vivía frente a su casa y que le observaba con una curiosidad
inusitada. Poco después, extrañado y hambriento, tocó el timbre. Nada más hacerlo, se oyó
cómo llamaban a la puerta y un hombre al que no había visto nunca entró en su habitación.
Era delgado, aunque fuerte de constitución, llevaba un traje negro ajustado, que, como cierta
indumentaria de viaje, disponía de varios pliegues, bolsillos, hebillas, botones, y de un
cinturón; todo parecía muy práctico, aunque no se supiese muy bien para qué podía servir.
–– ¿Quién es usted? ––preguntó Josef K, y se sentó de inmediato en la cama.
El hombre, sin embargo, ignoró la pregunta, como si se tuviera que aceptar tácitamente su
presencia, y se limitó a decir:
–– ¿Ha llamado?...................... .......
Así comienza El Proceso de Franz Kafka, un escitor extraordinario donde los haya.
hecho nada malo3. La cocinera de la señora Grubach, su casera, que le llevaba todos los días
a eso de las ocho de la mañana el desayuno a su habitación, no había aparecido. Era la
primera vez que ocurría algo semejante. K esperó un rato más. Apoyado en la almohada, se
quedó mirando a la anciana que vivía frente a su casa y que le observaba con una curiosidad
inusitada. Poco después, extrañado y hambriento, tocó el timbre. Nada más hacerlo, se oyó
cómo llamaban a la puerta y un hombre al que no había visto nunca entró en su habitación.
Era delgado, aunque fuerte de constitución, llevaba un traje negro ajustado, que, como cierta
indumentaria de viaje, disponía de varios pliegues, bolsillos, hebillas, botones, y de un
cinturón; todo parecía muy práctico, aunque no se supiese muy bien para qué podía servir.
–– ¿Quién es usted? ––preguntó Josef K, y se sentó de inmediato en la cama.
El hombre, sin embargo, ignoró la pregunta, como si se tuviera que aceptar tácitamente su
presencia, y se limitó a decir:
–– ¿Ha llamado?...................... .......
Así comienza El Proceso de Franz Kafka, un escitor extraordinario donde los haya.