A. Sánchez. No deja de llover, las curas se lavan, los maimones retoñecen, las hojas de los olivos en forma de lanzas verde que te quiero ver.
Colonias de rabilargos, sobre vuelan los olivares, en los pocos almendros que hay en la sierra, los mirlos ofrecen una gran variedad de notas al ritmo de voces de esparragueros, cortadores de olivos y llantos de moto sierras.
El domingo pasado fue invadida la sierra, ojos de coches en llamas deambulan de madrugada cuando aun no se ve, buscan el sitio donde poner su preciado pájaro perdiz. La temporada ha comenzado, una sinfonía de cantos, cada uno a su manera hacen que machos serranos se muevan buscando pelea.
Mal comienzo de temporada, las perdices no tienen celo, sin celo no hay lucha, sin lucha no hay disfrute, y ya sabemos que sin disfrute, aburrimiento y culas en el asiento.
Hasta otra jornada.
Colonias de rabilargos, sobre vuelan los olivares, en los pocos almendros que hay en la sierra, los mirlos ofrecen una gran variedad de notas al ritmo de voces de esparragueros, cortadores de olivos y llantos de moto sierras.
El domingo pasado fue invadida la sierra, ojos de coches en llamas deambulan de madrugada cuando aun no se ve, buscan el sitio donde poner su preciado pájaro perdiz. La temporada ha comenzado, una sinfonía de cantos, cada uno a su manera hacen que machos serranos se muevan buscando pelea.
Mal comienzo de temporada, las perdices no tienen celo, sin celo no hay lucha, sin lucha no hay disfrute, y ya sabemos que sin disfrute, aburrimiento y culas en el asiento.
Hasta otra jornada.