Acabaré mis días, amor, sin encontrar mi sitio. Perdí todos los trenes repletos de gente insomne cuyos rostros reflejaban los mil perfiles de la muerte, y tuve el íntimo estremecimiento de que yo era el muerto elegido para enterrar a otros muertos. Llegó el nuevo día que me provocó el ímpetu para reclamar tu cuerpo sobre las cenizas de un sueño breve, y vi tu imagen lozana dibujada sobre el círculo de los altos chopos. Entonces, recé: “Madre, líbrame del mal amor que arrastra a los mortales hacia ... (ver texto completo)