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ALMENDRAL: Cucha chacho!, si yo supiera de letras, si fuese humano;...

Cucha chacho!, si yo supiera de letras, si fuese humano; si pudiera domar al tigre como se doma a los hombres, te escribiría cuatro letras y sin que se me cayesen los anillos ni el traje de veintiún botones habría ensalzado tu acción.
Si supiera.., chacho, haría para ti un soneto.
Pero soy menguado e incapaz de ensamblar una zeta y una a.
Lo mio zagal, solo es lo ya vivido.
¿Recuerdas?
Zanquilargo, delgaducho, inquieto de cuerpo y alma, apuntándote la barba y con granos en la cara.
Tanto tiempo ya, y parece que fue ayer.
Peleabas con tus hermanos porque ellos no querían llevar las bestias a beber al pilar aquel que había frente donde ahora han puesto tu nombre.
¡Quien lo habría de decir, pero ya ves, el mundo da tanta vueltas..!
¿Te acuerdas?
Apartabas a las sanguijuelas, filtrabas el agua evitando que pasaran y agarrasen a las fauces de tus animales de tiro y carga y de tu perra lucera.
Ya ves, ya no hay pilar, ni depósito de agua, ni agua en la fuente, ni regato, nada.
Solo quedan las sanguijuelas de siempre, basura donde manaba el agua y una dura costra de cemento conviviendo con las tapias centenarias que se están cayendo a cachos.
¿Te acuerdas chacho, te acuerdas de aquellos días en que las tormentas burguillanas descargaban con furia y las turbulentas aguas se deslizaban en turbión entre membrilleros y granados?
Yo sí muchacho, porque es que lo conocí, lo viví y me remojé en el charcón de Aquilino y en las huertas de más arriba. Y comí de los árboles de su ribera y bebí del agua de manantiales y noria y aquellos veneros hoy ya mustios o cegados.
Aún recuerdo la tarde que nos reencontramos tan lejos de aquí, en una ciudad de cascarones sin alma. Ya eras un tiarrón granado. Me trasmitiste tus inquietudes y anhelos, tus rabias, tus recelos y tus ansias por hacer lo que estuviese en tu mano para mejorar las condiciones del trabajo de tus compañeros y sus remuneraciones.
Por eso, el otro día sentí mucha pena observando el entorno y se me vinieron a la mente aquellos versos que decían, “lástima de caballero si hubiera habido buen señor”, más viendo a un zagal espigado tal como eras tu a su edad, pensé que está viva la estirpe y que, salvando los tiempos y sus modos, aún no se ha perdido todo.
En nombre de la vida y de la humanidad, te doy las gracias Manué.
Salud.