Ayer, sobre las doce y cuarto de la noche, se cumplieron ya los setenta años en que en ambas riberas del río de los Iberos empezó a correr la sangre; y el rumor de sus aguas al deslizarse hacia el mar se mezcló con los truenos de las máquinas de guerra y el tableteo de los ingenios concebidos por el odio y la ambición irracional que sólo poseen los que se autoproclaman inteligentes humanos.
Ciento quince días duró aquella matanza que terminó con la desbandada de unas gente que creían que eran capaces de sajar los granos enconados de una sociedad carcomida por maldades ancestrales y mezquinas animosidades personales. Ciento quince día en los que los regatos afluentes aumentaron sus caudales y hasta la isla de Buda, se tiñó de rojo pardusco en medio del ancho mar cuna de civilizaciones. 130.000 cuerpos yertos arrastrados por la corriente y un océano de maldades detrás, plagado de víctimas inocentes a lo largo de muchos años.
Un general del actual conde rey, rememorando lo acaecido, le dijo a los supervivientes que se había terminado el tiempo de la desmemoria y, el iznajareño remachó añadiendo, que aquel dislate no fue ni entre diestros ni siniestros, sino entre democracia y dictadura, entre guerra y paz; que sus departamentos de intendencia apoyarían sin fisuras el esfuerzo para recuperar esa memoria que estaba anclada en el tiempo, para que dejara de ser el lastre que dificulta el avance de la sociedad desarrollada en la convivencia y la paz.
Dura lección recia moza, tu otra cara en carne viva, sin los tapujos ni las veleidades de quienes mirando sin ver hacen del rencor bandera y de su destemplada envidia, semilla que en germinando producen la infección del odio.
Salud.
Ciento quince días duró aquella matanza que terminó con la desbandada de unas gente que creían que eran capaces de sajar los granos enconados de una sociedad carcomida por maldades ancestrales y mezquinas animosidades personales. Ciento quince día en los que los regatos afluentes aumentaron sus caudales y hasta la isla de Buda, se tiñó de rojo pardusco en medio del ancho mar cuna de civilizaciones. 130.000 cuerpos yertos arrastrados por la corriente y un océano de maldades detrás, plagado de víctimas inocentes a lo largo de muchos años.
Un general del actual conde rey, rememorando lo acaecido, le dijo a los supervivientes que se había terminado el tiempo de la desmemoria y, el iznajareño remachó añadiendo, que aquel dislate no fue ni entre diestros ni siniestros, sino entre democracia y dictadura, entre guerra y paz; que sus departamentos de intendencia apoyarían sin fisuras el esfuerzo para recuperar esa memoria que estaba anclada en el tiempo, para que dejara de ser el lastre que dificulta el avance de la sociedad desarrollada en la convivencia y la paz.
Dura lección recia moza, tu otra cara en carne viva, sin los tapujos ni las veleidades de quienes mirando sin ver hacen del rencor bandera y de su destemplada envidia, semilla que en germinando producen la infección del odio.
Salud.