Ofertas de luz y gas

ALMENDRAL: Pues resulta, que aprovechando que estabas distraída...

Pues resulta, que aprovechando que estabas distraída haciendo una alfombra con pétalos de rosas de variados colores, pues que fui de parranda con Robespierre y Pepiño y entramos en un templo de esos que son para los que aún se creen que son jóvenes. Verás, en la puerta había tres cancerberos que más bien parecía que estaban guardando las misma puertas del infierno. Musculados y poderosos con caras de pocos amigos y vestidos como los de las películas de Star Trek, pero en negro y cabreados. El peor encarado nos hizo una revisión y condescendiente él, nos dejó pasar previo pago del peaje. Ocho euros de vellón con derecho a un bebistrajo en el interior, que solicitamos nada más llegar hasta el mostrador. Allí el barman, otro que tal, nos echó un poco de etanol o queroseno revuelto con coca rabuda y dos carámbanos de agua del grifo, todo decorado con una rodaja transparente de limón que mas que eso, parecía loncha de jamón ibérico, por lo menguada y finamente cortada, todo envasado en recipiente de cristal troncocónico alargado.
Músicos de la legua amenizaban el sarao haciendo ruido con sus instrumentos y, dos zagalas oxigenadas lucían generosas sus respectivas anatomías mientras maullaban algo en la lengua de los hijos de la orgullosa Albión. Mientras trasegábamos los que nos habían endilgado, nos fijamos en tres o cuatro otoñales reverdecidas con algo de silicona en algunas partes de sus gracias, que hacía manifiesta ostentación de sus habilidades rotando a su aire los cuartos traseros, hasta que al niquelar nuestra insistente atención a sus artes, nos interpelaron con lo que al parecer era un radiante sonrisa y nos vinieron a decir que nos concedían el honor de que las invitáramos a tomar no sé bien qué, pero ahuecaron mohínas y airadas cuando con su habitual habilidad, fueron informadas por Pepiño que el que tenía la gansa era un primo suyo que es guardagujas y, que en aquellos instantes, no podía sumarse al guateque porque tenía cerrada la barrera e iba a pasar un carreta procedente del almendral y con destino a Jaen.
Total, que una tú, otra yo, perdimos la cuenta y cuando nos separamos estaba ya la luna fuera.
Yo con un ojo mirando al suelo y el otro para El Ronquillo, con la mitad de la lengua fuera y llevando de gorro un embudo al revés, coloqué el automático de mi aerocarro y, dicen..., algunas pandillas con las que al parecer me crucé, que estuvimos charlando un rato en el cruce de Navalmoral.
Entré en mi guarida porque la natural de Magdala había dejado abiertos y expeditos de taramas y espinos negros todos los portillos, quizá previendo lo que iba a pasar y para que no me enganchara. Empiltré como pude en la jalda rellana de hojas secas de panizo que me acogió amorosamente, y, hasta que me despertó la humareda que venía de la parte de Barcarrota porque estaba ardiendo el monte, pero no pude acercarme a echarles una mano ya que no estaba para semejantes trotes.
Salud.