J. L. F. Te. ¿Te acuerdas de aquél día y aquellos escritos? Por si no es así ahí va de nuevo.
El Duende en su calleja estaba atónito, se le había ido la sonrisa burlona y sardónica y lucía un rictus temeroso en su inefable rostro. Dio unos brincos y en el centro de la plaza vio dos seres que atascados en el fango hasta las corvas, con garrotes de acebuche retorcidos, se zurraban de lo lindo la badana y, el sordo aragonés desde una esquina de la fuente, impasible, en sus lienzos la escena retrataba.
El Duende se acordó de sus ancestros y recitó con los Lorcas y Machados aquellos versos olvidados que decían: Una de las dos te helará el corazón y, al cabo nada os debo, a mi trabajo acudo, con mi dinero pago el pan que me alimenta, el traje que me viste, el lecho donde yago.
Labrador, no siembres vientos.
No cesaban los garrotazos, sonando cada vez más secos, la luna llena y alta asomó por entre negros nubarrones, se apagó la farola y todo se inundó de luces claroscuras. Corrió el duende miedoso a buscar el refugio a la negra caverna que de siempre está en el latrio, junto con la de Magdala.
Salud.
El Duende en su calleja estaba atónito, se le había ido la sonrisa burlona y sardónica y lucía un rictus temeroso en su inefable rostro. Dio unos brincos y en el centro de la plaza vio dos seres que atascados en el fango hasta las corvas, con garrotes de acebuche retorcidos, se zurraban de lo lindo la badana y, el sordo aragonés desde una esquina de la fuente, impasible, en sus lienzos la escena retrataba.
El Duende se acordó de sus ancestros y recitó con los Lorcas y Machados aquellos versos olvidados que decían: Una de las dos te helará el corazón y, al cabo nada os debo, a mi trabajo acudo, con mi dinero pago el pan que me alimenta, el traje que me viste, el lecho donde yago.
Labrador, no siembres vientos.
No cesaban los garrotazos, sonando cada vez más secos, la luna llena y alta asomó por entre negros nubarrones, se apagó la farola y todo se inundó de luces claroscuras. Corrió el duende miedoso a buscar el refugio a la negra caverna que de siempre está en el latrio, junto con la de Magdala.
Salud.