Sí mocita, somos lo que nos han enseñado y lo que comemos, pero yo no diría fanatismo, diría desconocimiento de la teoría del caos, o el efecto mariposa.
Ni podemos ni debemos olvidar nuestro pasado porque lo llevamos grabado a fuego en nuestro intelecto más hondo, que se traduce en nuestra forma de comportarnos.
Si la primigenia consigna fue el diecisiete a las diecisiete en el Llano Amarillo del otro lado del Estrecho, no hay que olvidar que la cosa pasó a la Historia como el dieciocho y, escribo historia con mayúscula porque el asunto es muy gordo y merece una profunda reflexión que, por razones más que sabidas, en su día nos hurtaron.
Mira, de muestra un botón; pregunta a cualquier almendralense o de cualquier otro lugar, si sabe qué día y donde, se desarrolló la batalla más sangrienta, con más muertos, de la última guerra que han tenido los peninsulares en suelo patrio contra un invasor extranjero, más, dicho esto, añado que aun estando los primeros por el rabo en cuanto a comprensión lectora y más vacíos de tolerancia, ideas y sentido de la cruel realidad, que un iletrado encumbrado gracias a la dádiva oportuna de ese exquisito miembro trasero de cualquier pata negra en vida muy cebado por su solícito papá, aún así, es necesario que alguien, por amor a sus ideas, por ética o por lo que sea, nos diga con pelos y señales dónde reposan los huesos de aquellos que nos precedieron y que han estado durante tantísimos años condenados a un ostracismo total. Pese a quien pese, sin olvidar, que el hombre que hace bien poco, ha beatificado a tantos de su mismo credo, ayer, al otro lado del charco, pidió públicamente perdón por el daño que han causado algunos de sus soldados y, si de verdad somos coherentes o, por lo menos racionales aunque arrimemos las brasas a nuestro tasajo, debemos de tener mucho cuidado para no quemarnos las manos ni pegarle fuego al monte, que es patrimonio de la HUMANIDAD lo mismo que la memoria y la historia real.
Salud.
Ni podemos ni debemos olvidar nuestro pasado porque lo llevamos grabado a fuego en nuestro intelecto más hondo, que se traduce en nuestra forma de comportarnos.
Si la primigenia consigna fue el diecisiete a las diecisiete en el Llano Amarillo del otro lado del Estrecho, no hay que olvidar que la cosa pasó a la Historia como el dieciocho y, escribo historia con mayúscula porque el asunto es muy gordo y merece una profunda reflexión que, por razones más que sabidas, en su día nos hurtaron.
Mira, de muestra un botón; pregunta a cualquier almendralense o de cualquier otro lugar, si sabe qué día y donde, se desarrolló la batalla más sangrienta, con más muertos, de la última guerra que han tenido los peninsulares en suelo patrio contra un invasor extranjero, más, dicho esto, añado que aun estando los primeros por el rabo en cuanto a comprensión lectora y más vacíos de tolerancia, ideas y sentido de la cruel realidad, que un iletrado encumbrado gracias a la dádiva oportuna de ese exquisito miembro trasero de cualquier pata negra en vida muy cebado por su solícito papá, aún así, es necesario que alguien, por amor a sus ideas, por ética o por lo que sea, nos diga con pelos y señales dónde reposan los huesos de aquellos que nos precedieron y que han estado durante tantísimos años condenados a un ostracismo total. Pese a quien pese, sin olvidar, que el hombre que hace bien poco, ha beatificado a tantos de su mismo credo, ayer, al otro lado del charco, pidió públicamente perdón por el daño que han causado algunos de sus soldados y, si de verdad somos coherentes o, por lo menos racionales aunque arrimemos las brasas a nuestro tasajo, debemos de tener mucho cuidado para no quemarnos las manos ni pegarle fuego al monte, que es patrimonio de la HUMANIDAD lo mismo que la memoria y la historia real.
Salud.