Cobijada bajo su manto estrellado, con su carita iluminada por una luz especial y con su voz angelical dijo: duendecillo, ahora mismo te vas volando sin parar en el mesón, y le dices a la moza de la rosa colorá, que ahora es el momento ideal para que las muchachas de el almendral hagan oír su voz, todas a una, pero sin gritar; sin aspavientos, razonando y haciendo mucha pedagogía, sobre todo entre los varones (que son amigos del sostenella y no enmendalla). Que corra la voz entre las mujeres, que son mejores administradoras de los pocos o muchos caudales que entran en la casa. Que ya está bien de tonterías y cabezonerías de machotes en alpargatas. Que ya es hora de que las dejen hacer a ellas lo que mejor saben hacer, que es limpiar, trabajar y administrar. Que aquí hace falta una limpieza a fondo y, sobre todo, una buena administración. Que basta ya de pamplinas y que es hora de empezar a limpiar la casa.
Vuela ya, duende truhán.
Salud.
Vuela ya, duende truhán.
Salud.