Las mozas forcejean que da gusto mirarlas. Plantadas en medio del teatro de operaciones, bregan con denuedo contra la diestra y la siniestra sin más herramientas que su poder de persuasión y el coraje del que siempre hicieron gala. Acostumbradas a los más rudos esfuerzos, no le hacen las costuras yagas y, como los tienen como se tienen que tener, no dan su brazo a torcer, aunque estén con la desventaja en que les dejó uno que decía estar a su lado y se pasó al contrincante llevándose los pertrechos y a todos los de su bando.
Por otra parte, con la hoz, le están segando la hierba bajo los pies quienes no entienden que ahora tendrían que estar por la reconstrucción del frente común.
Pero no se rinden ni cejan en su labor y, a rosazo limpio, mantienen la posición pues, están convencidas que hace falta en el almendral zafarrancho general y una buena siembra que de el fruto que desean los de la nueva generación, aunque se les opongan los de la georontocrácia.
Pepiño.
Por otra parte, con la hoz, le están segando la hierba bajo los pies quienes no entienden que ahora tendrían que estar por la reconstrucción del frente común.
Pero no se rinden ni cejan en su labor y, a rosazo limpio, mantienen la posición pues, están convencidas que hace falta en el almendral zafarrancho general y una buena siembra que de el fruto que desean los de la nueva generación, aunque se les opongan los de la georontocrácia.
Pepiño.