Para empezar, al señor Luis no lo ha votado el pueblo, lo han votado sus familiares y algún que otro.
Esto quiere decir que no juguemos con las palabras que a eso se le llama manipulación.
Pero lo malo de todo esto no es la manipulación misma, que lo es también, lo malo es que va a sentar un precedente original que se está dando en la comarca y, que si tiene éxito, se extenderá como un cáncer.
Es el siguiente: Un partido que nunca tendrá posibilidad de gobernar mientras haya urnas, fomenta un sucedáneo en el seno de otro que tiene todas las posibilidades de hacerlo, con la insana intención de dividir a los votantes, estos, bien trabajados entran al trapo convencidos que tienen razón y, después, por medio de ese partido creado al efecto, aquellos que ni remotamente tendrían ocasión de representar a nadie más que a ellos mismos, resulta que gobierna de facto.
Lo que pasa es que, la base que sustenta esta idea, no tiene el apoyo firme de los partidos ideológicamente estructurados. Que se mantiene mientras haya intereses económicos y otras gabelas en juego, pero que se desmorona en cuanto surge el mínimo conflicto entre los socios.
Lo vemos cada día, desde Marbella a Gallípolis.
Pepiño.
Esto quiere decir que no juguemos con las palabras que a eso se le llama manipulación.
Pero lo malo de todo esto no es la manipulación misma, que lo es también, lo malo es que va a sentar un precedente original que se está dando en la comarca y, que si tiene éxito, se extenderá como un cáncer.
Es el siguiente: Un partido que nunca tendrá posibilidad de gobernar mientras haya urnas, fomenta un sucedáneo en el seno de otro que tiene todas las posibilidades de hacerlo, con la insana intención de dividir a los votantes, estos, bien trabajados entran al trapo convencidos que tienen razón y, después, por medio de ese partido creado al efecto, aquellos que ni remotamente tendrían ocasión de representar a nadie más que a ellos mismos, resulta que gobierna de facto.
Lo que pasa es que, la base que sustenta esta idea, no tiene el apoyo firme de los partidos ideológicamente estructurados. Que se mantiene mientras haya intereses económicos y otras gabelas en juego, pero que se desmorona en cuanto surge el mínimo conflicto entre los socios.
Lo vemos cada día, desde Marbella a Gallípolis.
Pepiño.