En cualquier caso, si nos remontamos a la época en que los pescadores vileros —y los de cualquier otra parte del mundo— no disponían de los avances tecnológicos actuales, podemos imaginar cuan incomunicados se debían sentir, cuando debían estar una larga temporada fuera de su hogar para traer el sustento necesario. A su regreso a La Vila o, tal vez, de pasada frente al municipio pero sin previsión de volver pronto, los marineros observaban desde la lejanía la
fachada de sus correspondientes
casas, las cuales habían pintado, cada uno, de un determinado
color, diferente al de las casas inmediatamente adyacentes.