SER BLANCO Y RABALERO EN EL EXILIO
Yo soy blanco porque mi madre me parió así. Como las flores en el campo. De forma natural e irreversible , como ser lorquino y español y rabalero .. Soy blanco por linaje , nací en una familia blanca que se pierde en los tiempos de los antepasados , y desde niño no entendí jamás que pudiera ser de otra manera.. En estos nuevos cronos tan cargados de ciencia , diría que este gen está impuesto en mi ADN, aunque la tradición familiar me diga que lo llevo en la masa de la sangre. Desde la lejanía el sentimiento se convierte en una tortura, y cuando las algias primaverales se despiertan, las emociones no te dejan en paz.. Recuerdas a tus amigos azules que se arremolinan el jueves de Dolores para dar su serenata a la Virgen, y desde la distancia los ves acudir en masa a San Francisco, y escuchas sus gritos y sus vivas y sus respiraciones acompasadas.
Y a tu alrededor no pasa nada. Silencio. Nadie te entiende. Y tu callas. ¿Qué puedes explicar?. ¿Qué ya se acerca la hora del desquite?, ¿ que los blancos de tu alma rememoran la entrada de Jesús en Jesuralén, y que tu has sido muchas veces un hijo de Israel, que has acompañado a Jesús?. ¿Qué puede decir un blanco un domingo de Ramos?: que el cuerpo se mueve en una nube de palmas, que el todo de la marea humana eres tu mismo, que los demás se conjuntan en un solo ente, orgullo y origen de nuestras tradiciones más sagradas.
Escribo en Jueves Santo, los rabaleros se preparan para la convocatoria, es el día de los encarnados, la noche en que la procesión se viste de rojo, y cuando la barriada de San Cristóbal deja de ser la cenicienta del cuento para convertirse en princesa. A mi memoria acuden visiones centelleantes, alucinaciones visuales y auditivas que te desmarcan de la realidad.
Los hombres de las túnicas escarlatas se enseñorean de su pueblo, y las cofradías del otro lado del puente, de la otra ciudad, vienen a compartir la madrugada con los olvidados a la Plaza de la Estrella.
Felicidad. Solo esta palabra resume la sinopsis de mi ánimo enlentecido por la nostalgia y la incompresión.
Después las carreras, los caballos, las cuadrigas, el alboroto, la locura colectiva que nos envuelve y nos arrastra hasta el paroxismo. Los colores ondeando en solapas y peinados, la satisfacción de pertenecer a este pueblo tan creativo e independiente. Y es que ser blanco y rabalero, ejercer de lorquino en Semana Santa , fuera de la tierra bendita, es una cuestión de fe.
.
José Luis Alonso Viñegla
Escritor y periodista
Cronista Oficial de la Villa de Santiago de Calatrava ( Jaén ).
Yo soy blanco porque mi madre me parió así. Como las flores en el campo. De forma natural e irreversible , como ser lorquino y español y rabalero .. Soy blanco por linaje , nací en una familia blanca que se pierde en los tiempos de los antepasados , y desde niño no entendí jamás que pudiera ser de otra manera.. En estos nuevos cronos tan cargados de ciencia , diría que este gen está impuesto en mi ADN, aunque la tradición familiar me diga que lo llevo en la masa de la sangre. Desde la lejanía el sentimiento se convierte en una tortura, y cuando las algias primaverales se despiertan, las emociones no te dejan en paz.. Recuerdas a tus amigos azules que se arremolinan el jueves de Dolores para dar su serenata a la Virgen, y desde la distancia los ves acudir en masa a San Francisco, y escuchas sus gritos y sus vivas y sus respiraciones acompasadas.
Y a tu alrededor no pasa nada. Silencio. Nadie te entiende. Y tu callas. ¿Qué puedes explicar?. ¿Qué ya se acerca la hora del desquite?, ¿ que los blancos de tu alma rememoran la entrada de Jesús en Jesuralén, y que tu has sido muchas veces un hijo de Israel, que has acompañado a Jesús?. ¿Qué puede decir un blanco un domingo de Ramos?: que el cuerpo se mueve en una nube de palmas, que el todo de la marea humana eres tu mismo, que los demás se conjuntan en un solo ente, orgullo y origen de nuestras tradiciones más sagradas.
Escribo en Jueves Santo, los rabaleros se preparan para la convocatoria, es el día de los encarnados, la noche en que la procesión se viste de rojo, y cuando la barriada de San Cristóbal deja de ser la cenicienta del cuento para convertirse en princesa. A mi memoria acuden visiones centelleantes, alucinaciones visuales y auditivas que te desmarcan de la realidad.
Los hombres de las túnicas escarlatas se enseñorean de su pueblo, y las cofradías del otro lado del puente, de la otra ciudad, vienen a compartir la madrugada con los olvidados a la Plaza de la Estrella.
Felicidad. Solo esta palabra resume la sinopsis de mi ánimo enlentecido por la nostalgia y la incompresión.
Después las carreras, los caballos, las cuadrigas, el alboroto, la locura colectiva que nos envuelve y nos arrastra hasta el paroxismo. Los colores ondeando en solapas y peinados, la satisfacción de pertenecer a este pueblo tan creativo e independiente. Y es que ser blanco y rabalero, ejercer de lorquino en Semana Santa , fuera de la tierra bendita, es una cuestión de fe.
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José Luis Alonso Viñegla
Escritor y periodista
Cronista Oficial de la Villa de Santiago de Calatrava ( Jaén ).