Biblioteca de Palacio, SAN LORENZO DE EL ESCORIAL

Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, también conocida como la Escurialense o la Laurentina, es una gran biblioteca renacentista española fundada por Felipe II que se halla en la localidad madrileña de San Lorenzo de El Escorial, formando parte del patrimonio del monasterio de El Escorial.

Motivación
La idea de Felipe II de hacer una gran biblioteca en España tiene como principales motivos los siguientes:

el carácter humanista del propio rey, persona con gran formación intelectual, además de gran bibliófilo, que asumió como natural el impulso de una biblioteca. La historiografía más reciente ha acuñado el término de Librería Rica para referirse a la biblioteca privada de Felipe II, la cual ha sido considerada como el embrión de la Escurialense o, al menos, una gran inyección a los fondos de esta última.
el contexto del humanismo, movimiento cultural característico del Renacimiento, que conllevaba el constante fomento de toda actividad intelectual;
la necesidad de asentar la Corte en un lugar fijo;
la labor de los asesores del monarca, muchos de ellos humanistas que, con Benito Arias Montano a la cabeza, marcaron el rumbo de la cultura española del momento. Todos ellos eran grandes lectores y bibliófilos, por lo que aconsejaron al rey de buen grado de cara a la política que debía llevar a cabo si quería construir una buena biblioteca.

Proceso de formación
La creación de una gran biblioteca en España la tuvo en mente Felipe II desde 1556, pero retrasó el proyecto el «carácter trashumante» de la corte española. 2​ Por esas fechas, el rey comunicó a algunos de sus asesores, como Páez de Castro, que comenzasen el acopio de libros para una librería regia.

La decisión real de elegir en 1559, con la corte ya establecida en Madrid, San Lorenzo de El Escorial como lugar de construcción fue una decisión polémica, que contravino las indicaciones de sus asesores, los cuales se inclinaban por localidades como Salamanca, ya que contaban con una gran tradición universitaria y por tanto con mayor interés, a nivel general, por los libros. Además, lo apartado del lugar respecto de las plazas universitarias por excelencia de la época, como la propia Salamanca o Valladolid, fue considerado otro problema añadido.​

Los primeros libros comienzan a llegar en el año 1565. Las primeras adquisiciones se corresponden con 42 duplicados de libros ya existentes en palacio.

En 1566 llegó una segunda remesa de libros, entre los que se encontraban piezas de gran valor como el Códice áureo, el Apocalipsis figurado o, quizá el más importante, un De baptismo parvulorum, de san Agustín, supuestamente escrito de su puño y letra.

A lo largo de los dos años siguientes se sobrepasó la cifra de los mil volúmenes gracias a las aportaciones de asesores como el obispo de Osma, Honorato Juan. Llegados a este punto, la biblioteca era una realidad, y Felipe II se reunió con representantes destacados de todo tipo de disciplinas para asesorarse en la adquisición de copias. La tendencia en estos años será adquirir originales y volúmenes antiguos, pues según el criterio de la época esto era lo que hacía a una biblioteca «aventajada sobre otras».