El Ecumenismo, realidad en pleno crecimiento
Entrevista con el Cardenal Edward Idris Cassidy
A fin de proporcionar a nuestros lectores una luz clara y competente desde la que abordar este número extraordinario, hemos acudido a la persona que, dentro de la Iglesia Católica, constituye -después del Santo Padre- la primera autoridad en materia de Ecumenismo: el Presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos. Agradecemos al Cardenal Eward Idris Cassidy su gentileza en concedernos la entrevista, que ahora transcribimos. Sus respuestas explican la importancia y el auténtico sentido del Ecumenismo, a la vez que ofrecen un sintético panorama de las relaciones actuales entre la Iglesia Católica y las principales confesiones cristianas.
Por José Miguel Pero-Sanz
—El Santo Padre ha querido que el Gran Jubileo del 2000 tuviera –ya desde su fase preparatoria– un fuerte componente ecuménico. ¿A qué obedece este deseo?
—El imperativo ecuménico se funda en la oración de Jesús, no creo sea necesario buscar otras motivaciones. El compromiso irreversible de la promoción de la unidad de los cristianos se realiza conforme a la voluntad de Jesús. Jesús que, en el Getsemaní, la vigilia de su pasión, oraba a su Padre y le pedía por sus discípulos "que todos sean uno para que el mundo crea" (Jn 17, 21). La unidad que el Señor dio a su Iglesia no es accesoria, sino que está al centro mismo de su obra. El ecumenismo, esto es, el movimiento en favor de la unidad de los cristianos, no es un mero "apéndice" que se añade a la actividad tradicional de la Iglesia, sino que hace parte orgánicamente de su vida y su acción. El mismo Santo Padre escribe: "Creer en Cristo significa querer la Iglesia, querer la Iglesia significa querer la comunión de gracia que corresponde al designio del Padre desde toda la eternidad. Este es el significado de la oración de Cristo: "Ut unum sint" (UUS 20)».
El tiempo jubilar es tiempo de conversión y de penitencia, para alcanzar lo que con las meras fuerzas humanas nos es imposible conseguir, me refiero a la amistad con Dios, su gracia. La Iglesia católica reconoce que "entre los pecados que exigen mayor penitencia y conversión han de citarse ciertamente aquellos que han dañado la unidad querida por Dios para su pueblo" (TMA 34). A1 inicio de un nuevo milenio cristiano, en este año de gracia que nos invita a convertirnos más radicalmente al Evangelio, debemos dirigirnos con una súplica más apremiante al Espíritu, implorando la gracia de nuestra unidad.
Tampoco se puede olvidar que la división contradice la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y perjudica la causa santísima de predicar el anuncio del Evangelio a toda criatura (agua 1).
Comunión no perfecta
—Su Santidad ha recordado hace muy poco que la Iglesia de Cristo "no es una utopía que haya que recomponer... Con los fragmentos que existen en la actualidad", puesto que "subsiste indefectible en la Iglesia católica". ¿Cuál es, entonces, el sentido del ecumenismo?
—Creo que sería conveniente situar las frases que Ud. Cita en el contexto en el cual han sido pronunciadas en modo tal de poder entender claramente su significado y evitar malentendidos.
Tal como lo dice la Constitución dogmática sobre la Iglesia, los católicos creemos que "la Iglesia de Cristo subsiste en (subsistit in) la Iglesia católica" (lugar 8) (y debe notarse que no dice "la Iglesia de Cristo es (est, ) la Iglesia católica"). De igual modo creemos que "además de los elementos o bienes que conjuntamente edifican y dan vida a la propia Iglesia, pueden encontrarse algunos, más aún, muchísimos y muy valiosos, fuera del recinto de la Iglesia católica" (agua 3) y que aunque creemos que las Iglesias y Comunidades eclesiales separadas padecen deficiencias, estamos convencidos que "el Espíritu de Cristo no rehusa servirse de ellas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de gracia y de verdad que fue confiada a la Iglesia católica" (agua 3). Es entonces claro que quienes creen en Cristo y recibieron debidamente el bautismo, están en una cierta comunión con la Iglesia católica, aunque no perfecta.
El ecumenismo es necesario para ayudarnos, sin comprometer los principios católicos, a pasar de la comunión real aunque imperfecta que condividimos con las otras comunidades cristianas a una comunión plena que ciertamente buscamos. Por esto se ha insistido en la importancia del diálogo teológico; pero no solo, es igualmente fundamental que se instaure un intercambio a nivel personal y comunitario. En el nuevo milenio los valores del diálogo, de la colaboración recíproca, la fraternidad, la paz, más allá de las diferencias, son necesarios para crear un espacio posible en el cual se puedan afrontar las diferencias confesionales y los distintos desarrollos doctrinales. E1 ecumenismo es una escuela de vida, una escuela de comportamiento; debe ciertamente traducirse en experiencia de la vida de perfección en la realidad del cotidiano, sobre todo en aquellos lugares donde los enfrentamientos son mayores y donde la indiferencia impide reconocer al otro cristiano como hermano. El ecumenismo es escuela de espiritualidad, todos podemos y debemos realizar nuestro compromiso ecuménico pidiendo que el Espíritu Santo nos conduzca hacia la unidad.
—La presencia de delegaciones de todas las principales Iglesias y Comunidades eclesiales en la apertura de la Puerta Santa de San Pablo Extramuros ¿permite alentar alguna esperanza nueva en el diálogo ecuménico?
—Ante todo estoy convencido que la participación de los otros cristianos en la celebración ecuménica que se tuvo el 18 de enero en la Basílica de San Pablo Extramuros en lugar de ser evaluada, debe ser acogida como un don de Dios. Sobre todo porque la celebración ha asumido la forma de una profesión común de fe en Jesucristo, Señor y Salvador.
Es innegable que este evento tan significativo no habría sido posible sin el paciente ministerio realizado por la Iglesia católica en favor de la unidad de los cristianos, en los últimos treinta años. La participación, al más alto nivel, de tantas delegaciones es el fruto del diálogo, una dinámica que ha permitido llegar a un acuerdo acerca de las formas de participación en los eventos, más allá de las dificultades que los mismos puedan crear, pero sin renunciar a un trabajo ulterior. En el caso específico es innegable que la ausencia de una tradición jubilar en las Iglesias ortodoxas y el problema de las indulgencias para las Comunidades de la Reforma son evidentes. Es claro que las dificultades no pueden ser ignoradas o minusvaloradas. Las mismas deberán ser afrontadas en espíritu fraterno, siendo fieles al Evangelio y con honestidad intelectual y fidelidad a la propia tradición.
Tal vez el significado de la celebración ecuménica de San Pablo Extramuros puede expresarse con las palabras de uno de los delegados presentes: "Debemos buscar nuevos caminos para la unidad. La unidad significa abandonar algunas de nuestras certezas, de nuestros modos de pensar y de actuar".
Gracias a Dios, el ecumenismo es una realidad en pleno crecimiento, tanto individual, como comunitariamente; no es un progreso que se alcanza por las meras fuerzas humanas. El Espíritu sabe sugerir los pasos que deben darse según los tiempos. Es significativo que hayamos comenzado el año 2000 no como adversarios, sino dando un signo de comunión al atravesar juntos la Puerta Santa, con la convicción de que Cristo es la puerta (cf. Jn 10, 7).
Iglesias de oriente
—¿Cuáles son las luces y sombras del compromiso ecuménico con las Iglesias de Oriente?
—Ante todo debemos recordar que los diálogos teológicos bilaterales que se realizan con las mayores Comunidades cristianas parten del reconocimiento del grado de comunión ya presente para discutir después, de modo progresivo, las divergencias existentes con cada una. Si bien es cierto que el Señor ha concedido a los cristianos de nuestro tiempo ir superando las discusiones tradicionales, es también evidente que en algunos casos se han alcanzado los mayores niveles de desarrollo. En lo que concierne a los acuerdos cristológicos que hemos realizado con la Iglesia copta, la Iglesia siria, la Iglesia armena y la Iglesia asira, se puede decir que la cuestión cristológica se ha resuelto, pero queda un largo camino por recorrer para que tales declaraciones cristológicas comunes sean recibidas, sean acogidas y entren a formar parte del patrimonio común. Actualmente el diálogo con las antiguas Iglesias orientales busca suscitar una colaboración pastoral. En otras palabras, la cuestión teológica ha sido clarificada, es necesario que la misma se traduzca en la praxis, en la vida de las iglesias, que sea un movimiento acogido por todos los fieles.
Con las Iglesias ortodoxas vale la pena mencionar el encuentro del Santo Padre con el Patriarca Teoctist durante su visita en Rumanía y, más recientemente, su encuentro con el Papa Shenouda en Egipto. Conviene señalar la visita de una Delegación de la Santa Sede al Patriarcado de Constantinopla con ocasión de la Fiesta de San Andrés y al Patriarcado de Moscú para las "conversaciones bilaterales" que actualmente buscan crear nuevas formas de diálogo a nivel local para poder promover, de modo más eficaz, las relaciones entre católicos y ortodoxos en Rusia y en Ucrania.
—Una de las dificultades más serias con las Iglesias ortodoxas es la existencia de las Iglesias católicas de rito oriental, denominadas uniatas ¿qué nos puede decir al respecto?
—El documento de Balamand de la Comisión mixta para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa en su conjunto, ha afirmado que las Iglesias orientales católicas tienen el derecho de existir y el deber de realizar la propia misión. No se puede hablar indiscriminadamente de las Iglesias orientales católicas, pues las mismas se diferencian entre sí en razón de su historia, fundación, contexto social y cultural. De todas maneras, es válido recordar, al menos sintéticamente y para simplificar un argumento tan complejo, que el problema no surge tanto de su existencia, ni tampoco de la admisión individual de otros cristianos en la Iglesia católica, sino que toca los métodos que son puestos en acto para convencer o para inducir esta conversión. Es claro que el problema del proselitismo no es un fenómeno que se aplica de manera exclusiva al diálogo con la ortodoxia.
Varios son los argumentos que debemos estudiar con miras a superar esta situación. Por ejemplo, qué significa ser Iglesias-hermanas y cómo se debe traducir esta realidad en actitudes concretas entre las mismas comunidades; de otra parte es necesario evidenciar el origen histórico de las Iglesias orientales católicas y las razones por las cuales han surgido. Conviene que se clarifique la relación existente entre evangelización, libertad religiosa y proselitismo; y que se aplique el principio paulino del respeto debido a una Iglesia local en el trabajo misionero que la misma ya ha realizado. Finalmente creo que es necesario estudiar ulteriormente la cuestión teológica del ministerio de comunión y de unidad ejercido por el Obispo de Roma.
Entrevista con el Cardenal Edward Idris Cassidy
A fin de proporcionar a nuestros lectores una luz clara y competente desde la que abordar este número extraordinario, hemos acudido a la persona que, dentro de la Iglesia Católica, constituye -después del Santo Padre- la primera autoridad en materia de Ecumenismo: el Presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos. Agradecemos al Cardenal Eward Idris Cassidy su gentileza en concedernos la entrevista, que ahora transcribimos. Sus respuestas explican la importancia y el auténtico sentido del Ecumenismo, a la vez que ofrecen un sintético panorama de las relaciones actuales entre la Iglesia Católica y las principales confesiones cristianas.
Por José Miguel Pero-Sanz
—El Santo Padre ha querido que el Gran Jubileo del 2000 tuviera –ya desde su fase preparatoria– un fuerte componente ecuménico. ¿A qué obedece este deseo?
—El imperativo ecuménico se funda en la oración de Jesús, no creo sea necesario buscar otras motivaciones. El compromiso irreversible de la promoción de la unidad de los cristianos se realiza conforme a la voluntad de Jesús. Jesús que, en el Getsemaní, la vigilia de su pasión, oraba a su Padre y le pedía por sus discípulos "que todos sean uno para que el mundo crea" (Jn 17, 21). La unidad que el Señor dio a su Iglesia no es accesoria, sino que está al centro mismo de su obra. El ecumenismo, esto es, el movimiento en favor de la unidad de los cristianos, no es un mero "apéndice" que se añade a la actividad tradicional de la Iglesia, sino que hace parte orgánicamente de su vida y su acción. El mismo Santo Padre escribe: "Creer en Cristo significa querer la Iglesia, querer la Iglesia significa querer la comunión de gracia que corresponde al designio del Padre desde toda la eternidad. Este es el significado de la oración de Cristo: "Ut unum sint" (UUS 20)».
El tiempo jubilar es tiempo de conversión y de penitencia, para alcanzar lo que con las meras fuerzas humanas nos es imposible conseguir, me refiero a la amistad con Dios, su gracia. La Iglesia católica reconoce que "entre los pecados que exigen mayor penitencia y conversión han de citarse ciertamente aquellos que han dañado la unidad querida por Dios para su pueblo" (TMA 34). A1 inicio de un nuevo milenio cristiano, en este año de gracia que nos invita a convertirnos más radicalmente al Evangelio, debemos dirigirnos con una súplica más apremiante al Espíritu, implorando la gracia de nuestra unidad.
Tampoco se puede olvidar que la división contradice la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y perjudica la causa santísima de predicar el anuncio del Evangelio a toda criatura (agua 1).
Comunión no perfecta
—Su Santidad ha recordado hace muy poco que la Iglesia de Cristo "no es una utopía que haya que recomponer... Con los fragmentos que existen en la actualidad", puesto que "subsiste indefectible en la Iglesia católica". ¿Cuál es, entonces, el sentido del ecumenismo?
—Creo que sería conveniente situar las frases que Ud. Cita en el contexto en el cual han sido pronunciadas en modo tal de poder entender claramente su significado y evitar malentendidos.
Tal como lo dice la Constitución dogmática sobre la Iglesia, los católicos creemos que "la Iglesia de Cristo subsiste en (subsistit in) la Iglesia católica" (lugar 8) (y debe notarse que no dice "la Iglesia de Cristo es (est, ) la Iglesia católica"). De igual modo creemos que "además de los elementos o bienes que conjuntamente edifican y dan vida a la propia Iglesia, pueden encontrarse algunos, más aún, muchísimos y muy valiosos, fuera del recinto de la Iglesia católica" (agua 3) y que aunque creemos que las Iglesias y Comunidades eclesiales separadas padecen deficiencias, estamos convencidos que "el Espíritu de Cristo no rehusa servirse de ellas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de gracia y de verdad que fue confiada a la Iglesia católica" (agua 3). Es entonces claro que quienes creen en Cristo y recibieron debidamente el bautismo, están en una cierta comunión con la Iglesia católica, aunque no perfecta.
El ecumenismo es necesario para ayudarnos, sin comprometer los principios católicos, a pasar de la comunión real aunque imperfecta que condividimos con las otras comunidades cristianas a una comunión plena que ciertamente buscamos. Por esto se ha insistido en la importancia del diálogo teológico; pero no solo, es igualmente fundamental que se instaure un intercambio a nivel personal y comunitario. En el nuevo milenio los valores del diálogo, de la colaboración recíproca, la fraternidad, la paz, más allá de las diferencias, son necesarios para crear un espacio posible en el cual se puedan afrontar las diferencias confesionales y los distintos desarrollos doctrinales. E1 ecumenismo es una escuela de vida, una escuela de comportamiento; debe ciertamente traducirse en experiencia de la vida de perfección en la realidad del cotidiano, sobre todo en aquellos lugares donde los enfrentamientos son mayores y donde la indiferencia impide reconocer al otro cristiano como hermano. El ecumenismo es escuela de espiritualidad, todos podemos y debemos realizar nuestro compromiso ecuménico pidiendo que el Espíritu Santo nos conduzca hacia la unidad.
—La presencia de delegaciones de todas las principales Iglesias y Comunidades eclesiales en la apertura de la Puerta Santa de San Pablo Extramuros ¿permite alentar alguna esperanza nueva en el diálogo ecuménico?
—Ante todo estoy convencido que la participación de los otros cristianos en la celebración ecuménica que se tuvo el 18 de enero en la Basílica de San Pablo Extramuros en lugar de ser evaluada, debe ser acogida como un don de Dios. Sobre todo porque la celebración ha asumido la forma de una profesión común de fe en Jesucristo, Señor y Salvador.
Es innegable que este evento tan significativo no habría sido posible sin el paciente ministerio realizado por la Iglesia católica en favor de la unidad de los cristianos, en los últimos treinta años. La participación, al más alto nivel, de tantas delegaciones es el fruto del diálogo, una dinámica que ha permitido llegar a un acuerdo acerca de las formas de participación en los eventos, más allá de las dificultades que los mismos puedan crear, pero sin renunciar a un trabajo ulterior. En el caso específico es innegable que la ausencia de una tradición jubilar en las Iglesias ortodoxas y el problema de las indulgencias para las Comunidades de la Reforma son evidentes. Es claro que las dificultades no pueden ser ignoradas o minusvaloradas. Las mismas deberán ser afrontadas en espíritu fraterno, siendo fieles al Evangelio y con honestidad intelectual y fidelidad a la propia tradición.
Tal vez el significado de la celebración ecuménica de San Pablo Extramuros puede expresarse con las palabras de uno de los delegados presentes: "Debemos buscar nuevos caminos para la unidad. La unidad significa abandonar algunas de nuestras certezas, de nuestros modos de pensar y de actuar".
Gracias a Dios, el ecumenismo es una realidad en pleno crecimiento, tanto individual, como comunitariamente; no es un progreso que se alcanza por las meras fuerzas humanas. El Espíritu sabe sugerir los pasos que deben darse según los tiempos. Es significativo que hayamos comenzado el año 2000 no como adversarios, sino dando un signo de comunión al atravesar juntos la Puerta Santa, con la convicción de que Cristo es la puerta (cf. Jn 10, 7).
Iglesias de oriente
—¿Cuáles son las luces y sombras del compromiso ecuménico con las Iglesias de Oriente?
—Ante todo debemos recordar que los diálogos teológicos bilaterales que se realizan con las mayores Comunidades cristianas parten del reconocimiento del grado de comunión ya presente para discutir después, de modo progresivo, las divergencias existentes con cada una. Si bien es cierto que el Señor ha concedido a los cristianos de nuestro tiempo ir superando las discusiones tradicionales, es también evidente que en algunos casos se han alcanzado los mayores niveles de desarrollo. En lo que concierne a los acuerdos cristológicos que hemos realizado con la Iglesia copta, la Iglesia siria, la Iglesia armena y la Iglesia asira, se puede decir que la cuestión cristológica se ha resuelto, pero queda un largo camino por recorrer para que tales declaraciones cristológicas comunes sean recibidas, sean acogidas y entren a formar parte del patrimonio común. Actualmente el diálogo con las antiguas Iglesias orientales busca suscitar una colaboración pastoral. En otras palabras, la cuestión teológica ha sido clarificada, es necesario que la misma se traduzca en la praxis, en la vida de las iglesias, que sea un movimiento acogido por todos los fieles.
Con las Iglesias ortodoxas vale la pena mencionar el encuentro del Santo Padre con el Patriarca Teoctist durante su visita en Rumanía y, más recientemente, su encuentro con el Papa Shenouda en Egipto. Conviene señalar la visita de una Delegación de la Santa Sede al Patriarcado de Constantinopla con ocasión de la Fiesta de San Andrés y al Patriarcado de Moscú para las "conversaciones bilaterales" que actualmente buscan crear nuevas formas de diálogo a nivel local para poder promover, de modo más eficaz, las relaciones entre católicos y ortodoxos en Rusia y en Ucrania.
—Una de las dificultades más serias con las Iglesias ortodoxas es la existencia de las Iglesias católicas de rito oriental, denominadas uniatas ¿qué nos puede decir al respecto?
—El documento de Balamand de la Comisión mixta para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa en su conjunto, ha afirmado que las Iglesias orientales católicas tienen el derecho de existir y el deber de realizar la propia misión. No se puede hablar indiscriminadamente de las Iglesias orientales católicas, pues las mismas se diferencian entre sí en razón de su historia, fundación, contexto social y cultural. De todas maneras, es válido recordar, al menos sintéticamente y para simplificar un argumento tan complejo, que el problema no surge tanto de su existencia, ni tampoco de la admisión individual de otros cristianos en la Iglesia católica, sino que toca los métodos que son puestos en acto para convencer o para inducir esta conversión. Es claro que el problema del proselitismo no es un fenómeno que se aplica de manera exclusiva al diálogo con la ortodoxia.
Varios son los argumentos que debemos estudiar con miras a superar esta situación. Por ejemplo, qué significa ser Iglesias-hermanas y cómo se debe traducir esta realidad en actitudes concretas entre las mismas comunidades; de otra parte es necesario evidenciar el origen histórico de las Iglesias orientales católicas y las razones por las cuales han surgido. Conviene que se clarifique la relación existente entre evangelización, libertad religiosa y proselitismo; y que se aplique el principio paulino del respeto debido a una Iglesia local en el trabajo misionero que la misma ya ha realizado. Finalmente creo que es necesario estudiar ulteriormente la cuestión teológica del ministerio de comunión y de unidad ejercido por el Obispo de Roma.