Retablo del emperador Carlos V
RODRÍGUEZ DE BABIA, JUAN
DOCUMENTADO EN 1567
En este
altar de estructura arquitectónica, con superposición de órdenes (dórico toscano, jónico, corintio y compuesto) y rematado por un
frontón triangular con Dios Padre, se recorre la vida de
Cristo en varios relieves, desde la Anunciación a la Crucifixión (
calle izquierda: «Anunciación a la
Virgen», «Natividad de Jesús» y «Adoración de los Reyes»; calle derecha: «Jesús entre los Doctores», «Huida a
Egipto» y «Circuncisión»; calle central: «Oración en el
huerto», «Flagelación», «Caída de Cristo con la
cruz a cuestas
camino del
Calvario» y «Crucifixión» con la Virgen María,
san Juan y María Magdalena). El cuerpo del retablo remata con las cuatro virtudes cardinales, que también adornarían al monarca y que pudieron haber sido encargadas por el rey a su platero: «Fortaleza» y «Justicia» a la izquierda; «Prudencia» y «Templanza» a la derecha, flanqueando una cartela en forma de
espejo coronada. En torno al frontón, las tres teologales sosteniendo otra cartela con la inscripción: «APPREHENDENT [sic. Lo correcto sería “ADPREHENDENT”] / SEPTEM MULIERES / VIRUM UNUM» (Vulgata, Isaías 4,1: «Siete mujeres agarran a un hombre fuerte»), un poco descontextualizada de su sentido bíblico original; en el vértice, la «Esperanza»; a la derecha, la «Caridad», recostada y rodeada de niños; mientras que, a la izquierda, la «Fe» porta una
columna. Este elemento se ha querido vincular con la divisa de «plus ultra» de Carlos V, en referencia a Hércules, su antepasado mítico. Asimismo, las
esculturas de los apóstoles están en las entrecalles inscritas en las
hornacinas y son, de abajo a arriba: Pedro, Tomás, Juan y Santiago el Menor (izquierda) Pablo, Bartolomé, Andrés y Santiago el Mayor a la derecha.
Sobre el basamento discurren tres
placas separadas por cariátides en forma de ménsulas: las laterales son esmaltes con decoración vegetal. Su uso portátil se remarca con las palabras de la consagración eucarística en latín, grabadas en el centro de su basamento: «Hoc est enim
corpus meum. Hic est enim calix sanguinis mei novi et eterni [sic. Debería ser “aeterni”] testamenti misterium [sic. Debería ser “mysterium”] fidei, qui pro nobis [sic. Debería ser “vobis”] et pro multis effundeturin remissionem peccatorum» (Vulgata, Marcos 14, 22; Mateo 26, 28; y Lucas 22, 20. «Este es mi cuerpo. Este es el cáliz de mi sangre del nuevo y eterno testamento, misterio de fe, que será derramada por vosotros y por muchos en remisión de los pecados»).
Tradicionalmente, sobre todo a partir de finales del siglo XVIII, se consideró como el altar usado por el emperador Carlos V en sus campañas
militares y podría ser el mencionado en uno de sus inventarios, por lo que se ha atribuido a un artífice alemán anónimo. Sin embargo, no está claramente documentado hasta su donación en 1567 por parte de Felipe II al «
Monasterio de prestado», ubicado en El Escorial. Posiblemente entonces pudo ser modificado por Juan Rodríguez de Babia (h. 1525-1594), el platero del rey, actualizando su decoración al gusto del momento. Muchos de sus elementos estructurales y decorativos se ajustan más a este periodo que al anterior. También se le ha señalado como uno de los antecedentes para el retablo mayor de la Basílica del Real Monasterio de El Escorial.
Ya en el Monasterio de El Escorial, se conservó durante muchos años dentro del camarín con reliquias que comunica con el Aula de la Moral del Monasterio. Allí lo vio Antonio Ponz en 1773. Fue reformado y restaurado en el siglo XIX por Zuluaga y Celestino Ansorena.