El
edificio actual se levanta sobre el solar del antiguo
palacio de Juan de Acuña, I marqués de Vallecerrato e hijo natural del VI conde de Buendía. Personaje influyente en la corte de Felipe III.
El concejo madrileño, que se reunía desde antiguo en la frontera
iglesia de
San Salvador (hoy desaparecida), adquirió el inmueble para sus
reuniones, aunque su acondicionamiento y reforma se retrasará y no será inaugurada hasta 1692. Así, el 19 de agosto de 1619, el concejo celebró su primera sesión en la
casa propiedad de Juan de Acuña, presidente del Consejo de Castilla y, en 1629, Felipe IV decide conceder una licencia al
Ayuntamiento para construir la que sería su sede sobre dicha casa.
Su construcción sigue el proyecto de Gómez de Mora (1644): edificación sobria, con gran zócalo de granito y muros de ladrillo, rematada por
torres chapiteles apizarradas en las
esquinas y sin apenas decoración en su origen, salvo la ornamentación con
frontones triangulares de
piedra en los
balcones del piso principal. Tras su muerte en 1648, es sucedido por José de Villarreal, quien realizó en 1653 las trazas definitivas, donde el
patio interior es el protagonista.
Sufrió una reforma que lideró el arquitecto municipal Juan de Villanueva en 1789 añadiendo la galería de
columnas que da a la
calle Mayor, esta reforma permitiría a los reyes ver la
procesión de
Corpus Christi. A comienzos del siglo XX, el arquitecto Luis Bellido construye un
pasadizo para unir el edificio de la Casa de la Villa con la Casa de Cisneros, que el Consistorio compró en el año 1906 con el objeto de ampliar sus instalaciones. En 1966 se llega a sustituir la cubierta de teja plana por pizarra y se quitan los revocos y la
fachada vuelve a su aspecto anterior de ladrillo visto (ladrillo de Talavera).