La construcción del templo la inició a comienzos del siglo II a. C. el rey nubio Adijalamani de Meroe, quien levantó una
capilla dedicada a los dioses Amón e Isis. Tras la anexión de
Egipto por el Imperio
Romano, fueron los emperadores Augusto, Tiberio y, tal vez Adriano, quienes culminaron la construcción y decoración del
edificio.