Junto al
Monasterio de
San Jerónimo, que es como se denominó, Felipe II ordenó construir un cuarto, conocido como el Cuarto Real, donde podía meditar a la vez que oír la misa. Este
convento de los jerónimos también fue utilizado para las juras como herederos de la Corona por parte de diversos príncipes, siendo el primero en hacerlo el propio Felipe II.