HOYO DE MANZANARES: LA NOSTALGIA DEL OTOÑO, CON LA MUERTE DE TESTIGO...

LA NOSTALGIA DEL OTOÑO, CON LA MUERTE DE TESTIGO
En aquella tarde de finales de septiembre, aquel hombre cargado de historia, temblaba, era su presente doloroso y sentido, acababa de llegar a su villa madrileña, y su futuro era muy difícil, acababan de diagnosticarle una enfermedad maldita, los amigos le recibieron sabiendo todos lo que en su interior el mismo pensaba, trataron de darle ánimos para que olvidara esos momentos dolorosos, donde en un hospital de la capital le anunciaron, tan triste camino, donde los dolores y los sufrimientos caminarían de su mano. Todo le parecía terrible, el siempre fue un hombre fuerte y decidido, pero aquella tarde, los ánimos estaban por los suelos, su esposa trataba de consolarle, con mentiras piadosas, aunque el hombre sabia de sobra con quien se la jugaba esta vez. Al pisar su calle sintió, cómo una fuerza extraña, que le decía. “Adelante no te cortes, antes de que tu llegues a fallecer, veras a muchos seres humanos ir delante de ti, buscando esa aventura del final de la vida”. Sus ojos sintieron cómo un calor de arrogancia, y sin darlo muchas más vueltas, llego a su domicilio, donde empezó a romper cartas antiguas, entre las que encontró una que la tenía guardada desde joven, con la carta en las manos trato de romperla, pero algo le decía que eso sería lo ultimo que tenía que hacer, continuo con viejos papeles y recortes guardados en sus jóvenes años, no quería dejar nada que a sus herederos les diera por pensar, y solo su cerebro organizo dicho papeleo, fueron horas sin dejar de registrar sus baúles y mesillas, además de los cajones de su mueble bar, su esposa no quería interrumpirle, sabía de sobra que estaba haciendo una liquidación de su pasado, sin dejar cartas o papeles al alcance de sus dos hijos, y de aquellos nietos traviesos, que siempre estaban hurgando en todas partes, y eso que apenas sabían leer. Aquella noche pensó en sus amigos fallecidos, en sus padres y abuelos, además de algún vecino que últimamente se marchó de este mundo, más en su pensamiento seguía el recuerdo, de aquella joven que fue en sus años el amor anhelado, y aquella carta que no rompió, la guardo en su cartera, era cómo un amuleto de la suerte, pensó en sus años de joven, cuando apenas tuvo oportunidad de poderla escribir, pero allí sobre el papel ya viejo y amarillento, estaba la letra de aquella joven, y era algo tan grande que, pensó que era lo único que merecía la pena en aquel momento guardarlo.
Fueron tiempos y días de nostalgias, el otoño avanzaba, los árboles empezaban a quedarse desnudos, y el otoño dejaba ese frío invernal, donde los huesos parecen sentir sus vendavales. La maldita enfermedad continuaba, más el hombre día a día trataba de olvidarla, apenas llevaba el tratamiento marcado por los doctores, de vez en cuando la botella de coñac, le hacía sentirse más fuerte, su esposa le hacía café cada momento del día, y con el café el echaba un buen chorro de coñac, para olvidarse de sus dolores y pensamientos, en que aquel temido otoño, donde los doctores, le dieron un fatal pronostico. El hombre de vez en cuando, leyendo aquella carta, que tan buenos recuerdos el guardaba. Fueron días de nostalgias y de miedos, pero aguanto sin tener que volver a ningún hospital en todo el otoño e invierno, la melancolía la trataba de vencer con música y poesía, leyendo a Antonio Machado en caminante no hay camino, y a Jorge Manrique, en los versos a su padre, de vez en cuando hasta cuando se afeitaba, se oían las notas del caminante no hay camino, el parecía encontrar una fuente constante de vida, al recordar esos versos que de niño pudo leer, casi a escondidas, ya que en la casa de sus padres, apenas existieron libros de enseñanza, que le hubieran dado mucha más cultura. Se pasaron más de siete meses, y su enfermedad parecía estar dormida, el hombre caminaba sobre los caminos de todo su entorno, y de vez en cuando le venían a su memoria, aquellas frases de. Caminante no hay camino se hace camino al andar. Eran frases que todos los días le acompañaban, no quería saber nada del día que le llamaran, para su despedida, el seguía caminando, para olvidarse de la perversa y fatídica fecha, estaba preparado para cualquier despedida, y ya nada le atormentaba, y sigue caminando por esos caminos, que solo el destino le marca. G X Cantalapiedra.