Compacto y moreno de sol,
como un
fruto,
el templo de la Magdalena
sensación de permanencia
de tierra fija y eterna
tierra sin sequía.
El ojo del
rosetón,
abio de siglos,
el prodigio del
pórtico
la quilla armoniosa del
ábside.
rasgada por sobrias
ventanas.
Claudio Rodríguez