En bandos opuestos
Más de dos mil zamoranos participaron activamente o fueron víctimas del alzamiento militar que puso fin a la II República
CARLOS GIL A Saturnina Lorenzo y Francisco Sutil Rodríguez les tocó vivir la Guerra Civil en bandos opuestos, aunque en ambos casos sufrieron sus consecuencias. La toresana perdió a su padre, entonces alcalde socialista en funciones de Toro, mientras al segundo la contienda le sorprendió mientras cumplía el servicio militar en la plaza africana de Tetuán.
Las cifra de víctimas de la guerra civil y la represión franquista es un asunto aún controvertido, sobre el que no existe acuerdo unánime. Un trabajo realizado por un grupo de once investigadores «Testimonio de voces olvidadas», coordinado por el profesor Enrique Berzal, cifra en más de dos mil los asesinados por la represión franquista. Tampoco se dispone de datos certeros de las muertes por el otro bando, si bien la mayor parte de zamoranos adscritos al bando nacional fallecieron lejos de la provincia, ya que en Zamora no se sintió directamente la acción de los combates. En los archivos de la Causa General Republicana, abierta por el franquismo para investigar «los crímenes de las hordas rojas» aparecen los nombres de 45 zamoranos, aunque seguramente fallecieron muchos más entre las quintadas enteras de alistados en la contienda.
Saturnina Lorenzo tenía doce años cuando estalló la Guerra Civil, pero recuerda los acontecimientos vividos en esa época «perfectamente. Mi padre era alcalde en funciones porque el alcalde había pedido permiso y se ausentó de la localidad. Después explicó que le habían avisado para que no estuviera en el Ayuntamiento y había pedido permiso. Pienso que mi padre no se habría librado de ninguna manera y me alegro de que al menos se salvara esa persona». A pesar de los años transcurridos, Saturnina Lorenzo mantiene vivos en su memoria los recuerdos del alzamiento del 18 de julio del 36. «El 18 de julio creo que fue domingo. El día anterior, el sábado, había ocurrido lo de África (el primer pronunciamiento de las tropas rebeldes, en Marruecos), y el domingo se declaró la guerra. Al día siguiente, el lunes 19, mi padre estaba en el Ayuntamiento. Bajaron desde el Arco del Reloj una multitud de militares, guardias civiles y personas armadas y le detuvieron». Como era apenas una niña, a Saturnina la mandaron «a ver en qué paraba la cosa y presencié muchas cosas».
El padre de Saturnina pasó todo el día en el Ayuntamiento y por la noche lo llevaron a la cárcel. A él y a «muchísima gente», tanta que los sublevados habilitaron otros lugares de reclusión en Toro. «Primero los llevaron a la cárcel; había tantos que ya no cabían, por lo que los llevaron al Hospital de la Cruz, la sede de Falange y cuando también se llenó, llevaron a gente al los calabozos del Ayuntamiento».
Saturnina tiene muy claro que la Guerra Civil «fue horrible», y asegura que los acontecimientos de violencia se precipitaron a raíz de la declaración de guerra, que tuvo a Zamora, desde el principio, afiliada al bando nacional debido al control militar de la población. Previamente «en Toro no había habido problema ninguno de convivencia» entre gente de izquierda o derecha, aunque tras el golpe si se «aprovecharon» algunos hechos anecdóticos, como el derribo de la estatua de Fray Diego de Deza que estaba en Santa Marina o «el pinchazo de Pinilla», una navajada sin mayores consecuencias tras una pelea juvenil. La toresana no tiene ninguna duda a la hora de calificar la feroz represión que siguió al alzamiento: «Fue una salvajada todo aquello. Asesinaron a muchos. A otros los sometían a unas crueldades inhumanas. El primer alcalde republicano en Toro lo detuvieron se murió porque no pudo soportar las crueldades que le hacían los falangistas». Eso sí durante su vida laboral como maestra siempre «traté por igual» a los de uno y otro bando.
Más de dos mil zamoranos participaron activamente o fueron víctimas del alzamiento militar que puso fin a la II República
CARLOS GIL A Saturnina Lorenzo y Francisco Sutil Rodríguez les tocó vivir la Guerra Civil en bandos opuestos, aunque en ambos casos sufrieron sus consecuencias. La toresana perdió a su padre, entonces alcalde socialista en funciones de Toro, mientras al segundo la contienda le sorprendió mientras cumplía el servicio militar en la plaza africana de Tetuán.
Las cifra de víctimas de la guerra civil y la represión franquista es un asunto aún controvertido, sobre el que no existe acuerdo unánime. Un trabajo realizado por un grupo de once investigadores «Testimonio de voces olvidadas», coordinado por el profesor Enrique Berzal, cifra en más de dos mil los asesinados por la represión franquista. Tampoco se dispone de datos certeros de las muertes por el otro bando, si bien la mayor parte de zamoranos adscritos al bando nacional fallecieron lejos de la provincia, ya que en Zamora no se sintió directamente la acción de los combates. En los archivos de la Causa General Republicana, abierta por el franquismo para investigar «los crímenes de las hordas rojas» aparecen los nombres de 45 zamoranos, aunque seguramente fallecieron muchos más entre las quintadas enteras de alistados en la contienda.
Saturnina Lorenzo tenía doce años cuando estalló la Guerra Civil, pero recuerda los acontecimientos vividos en esa época «perfectamente. Mi padre era alcalde en funciones porque el alcalde había pedido permiso y se ausentó de la localidad. Después explicó que le habían avisado para que no estuviera en el Ayuntamiento y había pedido permiso. Pienso que mi padre no se habría librado de ninguna manera y me alegro de que al menos se salvara esa persona». A pesar de los años transcurridos, Saturnina Lorenzo mantiene vivos en su memoria los recuerdos del alzamiento del 18 de julio del 36. «El 18 de julio creo que fue domingo. El día anterior, el sábado, había ocurrido lo de África (el primer pronunciamiento de las tropas rebeldes, en Marruecos), y el domingo se declaró la guerra. Al día siguiente, el lunes 19, mi padre estaba en el Ayuntamiento. Bajaron desde el Arco del Reloj una multitud de militares, guardias civiles y personas armadas y le detuvieron». Como era apenas una niña, a Saturnina la mandaron «a ver en qué paraba la cosa y presencié muchas cosas».
El padre de Saturnina pasó todo el día en el Ayuntamiento y por la noche lo llevaron a la cárcel. A él y a «muchísima gente», tanta que los sublevados habilitaron otros lugares de reclusión en Toro. «Primero los llevaron a la cárcel; había tantos que ya no cabían, por lo que los llevaron al Hospital de la Cruz, la sede de Falange y cuando también se llenó, llevaron a gente al los calabozos del Ayuntamiento».
Saturnina tiene muy claro que la Guerra Civil «fue horrible», y asegura que los acontecimientos de violencia se precipitaron a raíz de la declaración de guerra, que tuvo a Zamora, desde el principio, afiliada al bando nacional debido al control militar de la población. Previamente «en Toro no había habido problema ninguno de convivencia» entre gente de izquierda o derecha, aunque tras el golpe si se «aprovecharon» algunos hechos anecdóticos, como el derribo de la estatua de Fray Diego de Deza que estaba en Santa Marina o «el pinchazo de Pinilla», una navajada sin mayores consecuencias tras una pelea juvenil. La toresana no tiene ninguna duda a la hora de calificar la feroz represión que siguió al alzamiento: «Fue una salvajada todo aquello. Asesinaron a muchos. A otros los sometían a unas crueldades inhumanas. El primer alcalde republicano en Toro lo detuvieron se murió porque no pudo soportar las crueldades que le hacían los falangistas». Eso sí durante su vida laboral como maestra siempre «traté por igual» a los de uno y otro bando.
Hola a todos, me interesó esta noticia. Mi familiares en Argentina (primos mios mayores que yo) recuerdan que enviaban encomiendas-vivian en el campo- a sus parientes españoles porque se enteraban por el diario de las noticias sobre las necesidades que estaban pasando por los acontecimientos de esa época. Saludos cordiales, Stella Maris Borrego Garcia desde Buenos Aires, Argentina.
