LA CACHIPORRA
Sigue ahí la cachiporra, igual, después de setenta años. El brillo dorado de siempre, colgada de una punta clavada en la pared del cuarto trastero y ese mismo timbre de bicicleta, ahora tan oxidado, lleno de “ferrujo”, que él le incorporó.
Sus manos la hicieron. Primero escogió la rama de negrillo que creyó mejor, como de un metro de larga, luego la tuvo un tiempo en agua caliente para hacerla flexible y le combó la empuñadura. No cilíndrica del todo, sino que va ensanchando la ... (ver texto completo)
Sigue ahí la cachiporra, igual, después de setenta años. El brillo dorado de siempre, colgada de una punta clavada en la pared del cuarto trastero y ese mismo timbre de bicicleta, ahora tan oxidado, lleno de “ferrujo”, que él le incorporó.
Sus manos la hicieron. Primero escogió la rama de negrillo que creyó mejor, como de un metro de larga, luego la tuvo un tiempo en agua caliente para hacerla flexible y le combó la empuñadura. No cilíndrica del todo, sino que va ensanchando la ... (ver texto completo)