SANZOLES: Bodorrio de campanillas...

Bodorrio de campanillas
La boda de los quintos de Sanzoles se convierte en escaparate multicolor, un desfile de opereta con jóvenes y mayores mezclados entre atuendos variopintos


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CELEDONIO PÉREZ Un tropel ensordecedor, esperpéntico, colorista, bullanguero. Así se puede definir desde fuera, como espectador, la boda de los quintos que ayer recorrió las calles de Sanzoles. Desde dentro, una pasada, risas, ocurrencias, imaginación, un mundo de locos y frikis donde, durante un par de horas, convivieron más de un centenar de personas unidas por un único cordón umbilical, el de la diversión, el de las ganas de romper con la monotonía, y las prohibiciones (la última, la de los 110 kilómetros por hora, absurda) a base de coquetear con los excesos y abrazarse a la alegría desbocada dentro de una marco, el de la tradición.

Los novios: Alex y Laura 1; los padrinos: Josué y Laura 2; los invitados de postín, el resto de quintos: Rodrigo, Aaron, Cristián, Jorge (el héroe del Zamora C. F.); y los invitados de los invitados de postín: todos los demás, una caravana ataviada de mantones de Manila, trajes, capistas, escapistas y un sinfín de disfrace de toda guisa; los más originales y esperpénticos, los de los padres y madres de los quintos, que no quisieron perder la ocasión de disfrutar, en muchos casos más que sus hijos, barnizados de otras inquietudes, no solo la de aprovechar la juerga.

Sanzoles es uno de los pueblos de la provincia que más enganches tiene con la tradición, algunos sellados con maromas. Mantiene vivo el pasado y honra a los que vivieron antaño bajo otras culturas. Nobleza obliga.

Los quintos han repetido un fin de semana intenso. Iniciaron las fiestas de Carnaval el viernes con los preparativos y el primer baile que acabó amenizando la madrugada del sábado. Ayer, la boda se prolongó durante varias horas y se agrandó en un convite espectacular servido en el polideportivo municipal para cerca de 200 personas. Por la noche, de nuevo verbena para empezar el domingo gordo con buen pie.

Para hoy queda la parte más tradicional, la que evoca el pasado y tiene un componente catártico. La carrera del gallo, ahora adaptada a los nuevos tiempos y a las modernas sensibilidades, entronca con el ayer y, de alguna manera, une con ese sentimiento de comunidad que hace posible que nazcan y se desarrollen los pueblos.

Quintos y quintas, a caballo o a pie que la afición a la equitación también ha cambiado y muchos mozos nunca han montado a caballo, declamarán sus relaciones ante los vecinos. De testigo, el gallo, ave totémica que representa valores antañones, hoy desgastados, pero que siguen hurgando en las entretelas de los genes y, a veces, afloran al exterior. Hoy ocurrirá.

La fiesta se mantendrá todo el día y serán cientos los vecinos que saldrán a la calle vestidos de Carnaval para honrar una celebración que se pierde entre los flecos de las túnicas romanas de las populares saturnales.