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SANTA CLARA DE AVEDILLO: Un gaucho con sangre zamorana...

Un gaucho con sangre zamorana
Lorenzo Ferrero, de Otero de Centenos, emigró en 1960 con sus padres y hermanos a Argentina para comenzar desde cero una nueva vida
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B. BLANCO GARCÍA Los comienzos nunca son fáciles y eso es algo que sabe muy bien Lorenzo Ferrero Ferrero, a quien la vida le obligó a empezar de cero en dos ocasiones. Primero, en Extremadura, donde emigró desde su Otero de Centenos natal con uno de sus hermanos para comenzar a trabajar en el sector del comercio. Y tiempo más tarde en Mendoza, Argentina, donde viajó con sus padres y seis hermanos, cuando ya contaba con 19 años.

«Yo tenía allí una tía que con solo 13 años me reclamó para acá, aunque mi madre lloraba porque decía que si me iba para Buenos Aires sería igual que si me llevaran al cementerio», recuerda. Seis años después, fue toda la familia Ferrero la que decidió forjarse un nuevo destino al otro lado del Atlántico. «Mi padre tomó la decisión y nos llamó a mi hermano mayor y a mí, que estábamos trabajando en Extremadura. Nos fuimos para el pueblo y comenzamos a vender todo porque llegaba la fecha de salir», explica Lorenzo.

Y un 25 de mayo de 1960 llegaron a Argentina. «Los primeros años fueron bastante duros, pero vencimos los tiempos malos», asegura este zamorano, quien tiene un especial recuerdo para su padre, ya que fue capaz de empezar de cero con 60 años. «Él con seis hijos decidió vender todo para venirse, yo con tres no creo que hubiera sido capaz de tomar esa decisión», reconoce.

Lorenzo está casado con Encarnación Álvarez, una granadina a la que conoció allí y con la que tiene dos hijas y un hijo. Ya jubilado y a punto de cumplir setenta años, en Mendoza su vida laboral ha estado siempre vinculada al comercio, igual que en España. «Siempre trabajamos por nuestra cuenta, porque hay que tener claro que donde hay un zamorano no hay lugar para la vagancia», apostilla.

Las telas y confecciones fueron el sector donde desarrolló su carrera. «Ahora es mi hija mediana la que lleva el negocio», indica, aunque también admite que no sabe estar sin hacer nada «así que me dedico a hacer algo de carpintería, que siempre me gustó y a aprender a utilizar el ordenador con ayuda de mis hijos. Lo primero que hago por las mañanas cuando lo enciendo es leer los diarios para saber lo que pasa en España», reconoce.

Desde 1960, solo ha venido a España en tres ocasiones y ha recibido una vez la visita de la familia que le queda en Zamora. «Mi objetivo principal en mis viajes a España ha sido siempre ir a visitar mi pueblo, que está muy cambiado, con muchas casas nuevas». Lorenzo también tiene familia en Cuenca, Salamanca y Córdoba.

«Los primeros años echaba de menos todo, soñaba permanentemente con el pueblo hasta que pude regresar por primera vez», relata. En ese primer viaje lo que más le llamó la atención fue que la escuela donde había aprendido los números y letras se había convertido en un bar, «pero lo acepto, porque no hay niños en el pueblo. Los días de fiesta se llenan hasta los pajares, pero después solo queda la gente mayor», lamenta.

La última vez que estuvo en España fue hace once años, en 2000, pero eso no le impide ejercer de embajador zamorano en Argentina. «A mi tierra la defiendo con uñas y dientes, y a pesar de que mis padres sufrieron mucho, no la podemos olvidar. Es más grande el amor a la tierra donde uno nació que el sacrificio que uno puede haber hecho», sentencia.


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