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SAN MIGUEL DE LA RIBERA: Pan y cariño...

Pan y cariño
El zamorano Paulino Alonso lleva veinte años al frente del comedor social más antiguo de Madrid, de 1611, que atiende a 360 personas al día
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El sacerdote zamorano, responsable del comedor social más antiguo de Madrid, posa en el puesto de ajos familiar en la pasada Feria de San Pedro. Foto Emilio Fraile
SUSANA ARIZAGA Su anonimato y su abnegada y discreta labor social pasaron a primer plano sin previo aviso el pasado siete de junio. El altavoz lo puso un donativo del venerado torero José Tomás: 25.000 euros procedentes de su premio taurino «Paquiro» fueron a parar al comedor social Ave María del que es responsable Paulino Alonso García, sacerdote trinitario nacido en Fuentespreadas en 1962. Y no tardará en volver a ser noticia, esta vez de primerísimo orden, si el anuncio privado de colaboración de la Casa Real se materializa.

Asombradísimo por la repercusión mediática del generoso acontecimiento, Paulino agradece un gesto que «me cubre las necesidades de un mes» para ahuyentar el hambre de las 360 personas que a diario, en cinco turnos, desayunan y se llevan un bocadillo para llenar el estómago. «Otras quince o veinte necesitados se quedan cada día fuera del comedor porque ya no podemos dar más cobertura y no dicen nada, son conscientes de que no hay. Antes de la crisis, si les dejabas sin comida, daban voces, se liaba a la puerta». Los usuarios son variopintos, ancianos, mujeres, hombres..., y «muchos jóvenes y parados que jamás habían ido a un centro como este. Muchos no tienen nada». A la memoria le viene la reciente y conmovedora llamada de una mujer, «una abuela que lloraba porque tiene a los nietos pasando hambre y no sabía cómo ayudar a su hija».

El zamorano, hijo de agricultores, dirige desde 1992 el comedor social más antiguo de Madrid, en la calle del Doctor Cortezo, creado en el año 1611, dependiente de la Fundación Real Congregación de Esclavos del Dulce Nombre de María, que le encomendó relanzarlo después de tres años cerrado por reformas. Su trabajo, junto al de integrantes de otras órdenes religiosas y 230 voluntarios, entre los que «predominan las amas de casa», ha conseguido mantener la actividad prácticamente «con donativos y los beneficios de la venta de lotería de Navidad y El Niño, vendo 75.000 euros que nos reportan 15.000 de beneficios. Mando boletos a toda España, a conocidos y amigos, a mi madre que los vende en el pueblo». Suele haber suerte y a esas ganancias se suman las de «la pedrea o el reintegro, que siempre toca», relata Paulino, capaz de contagiar su optimismo y esa paz que proviene del saberse útil en estos tiempos de escasos valores y excesivo individualismo. Quizás esa fortuna sea el exponente del eslogan elegido para conmemorar el IV Centenario de la puesta en marcha del comedor: «400 años dando pan y cariño. El milagro que no cesa».

Esta importante labor social precisa «115.000 euros anuales», de los que sólo 9.000 llegan del Ayuntamiento de Madrid. Y mirando al cielo para que los temidos recortes institucionales por la crisis no terminen con esa subvención. Los malos tiempos aprietan y, aunque son muchos quienes continúan aproximándose al comedor para hacer su contribución, «en este 2012 están bajando los donativos, yo creo que la gente, por si acaso, está ahorrando más. Pero en estos años de atrás, en los que comenzó la crisis, la gente ha sido más sensible, es cuando más colaboración económica hemos tenido».

De estas dificilísimas circunstancias por las que atraviesa la economía ha partido la reciente creación de un servicio de alimentos a familias, hace tres años. «Estamos atendiendo a una media de diez, pero queremos llegar a 30. Les damos paquetes con comida, con productos básicos». Y la fórmula para ampliarlo es conseguir algún tipo de acuerdo con algún supermercado con precio muy asequible «que nos haga lotes de productos» para que cada beneficiario se lo pueda llevar directamente y que el centro social no tenga que realizar ese trabajo de empaquetado. Y no porque no haya gente, «cada día tenemos que rechazar la incorporación de algún voluntario porque tenemos suficientes», sino porque «no disponemos de espacio físico para almacenar».

Pero en el centro madrileño no sólo se mata el hambre. Los trinitarios atienden también las necesidades del espíritu. Para cumplir esa importante función nació inicialmente el Servicio de Escucha, convertido también por las nuevas exigencias sociales en centro de asesoramiento jurídico y de orientación para quienes se acercan al Ave María.

El comedor ha ido transformándose bajo la batuta de este zamorano, que ha echado raíces en Madrid en torno al comedor social y la cárcel de Soto del Real, donde es capellán desde 1998. Antes lo fue de Carabanchel. «Si me destinasen a otro lugar, para cumplir otras funciones, casi me quitarían la vida». Paulino encontró su lugar hace veinte años en ambos puestos, porque «te sientes querido y valoran tu trabajo».

Este trinitario que salió de Fuentespreadas con once años e ingresó en el seminario de la orden en Salamanca en 1973, camino de un destino alejado de la dureza del campo y apegado a los libros, como otros tantos, terminó por ordenarse sacerdote en 1991 en su pueblo natal, tras pasar cinco años en Roma para estudiar Filosofía y Teología.

Desde su comedor social y la cárcel vive la verdadera Iglesia, la que «tiene que estar al lado del que sufre, del que lo pasa mal». Con ese principio que aprendió de Jesús, ante casos como el del obispo de Argentina, pillado in fraganti con una amiga, «te rebelas, te da rabia, pero al final dices «yo no sigo a la institución, sino a Cristo». Porque uno lo haga mal, no vas a dejar de ayudar».


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