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La Aldea más torera
El encierro de San Miguel de la Ribera congrega a aficionados de todo el contorno, que se divierten con unos utreros movidos y un público entregado

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Otro momento divertido de la tarde.
Foto José Luis Fernández
MULTIMEDIA
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I. G. A falta de quintos, San Miguel de la Ribera ha sabido sustituir la fiesta con un acertado espectáculo taurino que los aficionados reciben con las manos abiertas. Después de la sequía invernal, un encierro en pleno mes de febrero constituye todo un acontecimiento en una comarca taurina por excelencia como es La Guareña.

Por ello, a las ganas de toro se sumó en la tarde de ayer un tiempo muy propicio con un sol espléndido que a veces engañaba con la brisa fría propia de la estación. Así, no era raro encontrar a jóvenes en mangas de camisa junto a otros aficionados bien protegidos de las bajas temperaturas. Pero a todo el mundo le unía el deseo de divertirse con los dos astados que el pueblo de San Miguel de la Ribera presentó para correrlos por las calles. Y aunque no eran tan bravos como los del año pasado, sin embargo los utreros de la ganadería Hermanos Bragado dejaron un muy buen sabor de boca, divirtieron al personal y no faltaron algunos momentos de tensión ante el peligro de que pudieran enganchar a alguno. «Bravos y con casta», sentenciaba el aficionado de Guarrate, Juan Pascual, que como tantos no dudó en plantarse en San Miguel para disfrutar del encierro.

La Aldea concentró a vecinos llegados de Fuentesaúco, Villamor, Villaescusa, Argujillo, Cañizal, Gema o Arcenillas; también de las provincias limítrofes de Salamanca y Valladolid. Incluso algunos enlazaron el encierro de por la mañana en Ciudad Rodrigo con el de la tarde para disfrutar, por segundo año consecutivo, del domingo gordo de carnaval más taurino de la provincia.

Claro, que los que se retrasaron un poco se perdieron la salida del primer novillo porque llamó la atención la puntualidad torera -que por otro lado «es como tiene que ser», puntualiza Juan Pascual- con la que comenzaba el espectáculo. A las cuatro de la tarde el disparo del cohete puso al público en movimiento. Soltaron los cabestros y el novillo. Los más atrevidos esperaban sobre la arena, otros desde los remolques y talanqueras jaleaban al bicho, y hasta se colocaron unas pacas en la calle que dieron el mejor juego para trastear con el astado.

Cuando el primero ya daba muestras de cansancio, se le apartó a los corrales y salió el segundo, también muy movido. Los más audaces trastearon con él y hubo algún corte vistoso que mereció los aplausos de los asistentes.