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QUIRUELAS DE VIDRIALES: POR QUÉ ZAMORA NO LEVANTA LA VOZ...

POR QUÉ ZAMORA NO LEVANTA LA VOZ

Un elevado desempleo de carácter estructural, es decir, que se mantiene incluso fuera de épocas de crisis económicas; una de las tasas de actividad más bajas del país y carencias en infraestructuras que permanecen decenas de años sin resolver, despoblación y envejecimiento. Estas son las credenciales que barajan los expertos cuando colocan a Zamora en la cola del desarrollo socioeconómico. Una colección de factores que, vista desde el exterior, bien podría considerarse como situación que amenazara con un estallido social si no fuera porque el escenario se repite desde hace generaciones sin que se hayan alzado voces contra la evidente desventaja territorial desde Zamora. Y cuando, escasamente, esas voces se han levantado desde algún sector de la vida económica y social, siempre se han revestido más del lamento que de la reivindicación. De ahí que a los zamoranos se los identifique con un supuesto victimismo, una visión trágica de la vida que acepta como desgracia inevitable condiciones que exigirían una acción enérgica para erradicarlas. Los sociólogos han asimilado semejante comportamiento a la configuración de la sociedad castellana, en la que se incluye la zamorana, derivada de un minifundio que comienza justo después de la Reconquista. Ese mundo minifundista, de propietarios de terrenos mínimos y en constante peligro, en el que se concibe la presencia del otro como adversario, privó históricamente a los zamoranos de una herramienta básica para el progreso: la unidad, que siempre ha sido vencida por la desconfianza hacia el vecino. Y si en el campo no había terreno abonado para la modernidad, la pequeña burguesía de las ciudades se ha distinguido más por su aspiración al tutelaje de las administraciones públicas que por su capacidad de asumir retos sociales, económicos y tecnológicos.
En otras zonas españolas como Galicia o Asturias, la cultura del minifundio quedó superada por un mundo industrial vinculado al metal o a la minería, en el que el movimiento obrero se tradujo en una vida política de mayores vaivenes, mientras en Zamora, el crecimiento se centró en el sector servicios y en particular en la Administración pública. Esa progresiva mesocratización, señalada negativamente por expertos como José Manuel del Barrio Aliste, únicamente permitió la cristalización de movimientos vertebradores de la sociedad en aspectos ajenos a una verdadera evolución social, como pueden ser las cofradías de Semana Santa, que, con la supremacía de la pequeña burguesía urbana tras la Guerra Civil, dejaron de lado cualquier residuo gremial para centrarse en lo religioso y en el aspecto más superficial de la representatividad. La constitución de cooperativas, fundamentales para el desarrollo agroganadero, tropiezan a menudo con dificultades que los expertos achacan a esa herencia minifundista, de forma que la falta de cohesión y el conflicto presiden con frecuencia cualquier proceso integrador.
Los intelectuales de la sociedad zamorana tampoco han sido capaces de abordar un debate de semejante calado en las tribunas públicas. Es cierto que carecer de Universidad y exportar fuera de las fronteras provinciales a las mentes más formadas pasa una terrible factura por la inexistencia de una conciencia colectiva que espolee a los zamoranos. Zamora ha contado con artistas insignes, escritores y poetas de relevancia, pero el platillo de los pensadores en la balanza sociológica de la provincia nunca ha pesado lo suficiente. O se ha preferido alabar la estética de lo escrito sin atreverse a ahondar en otros significados. ¿Es la zamorana una sociedad desideologizada? Los expertos parecen coincidir en que algo de eso se esconde sobre esa aparente pasividad ante la injusticia cotidiana. Hace dos años, un estudio de Caja Duero concluía que el 52,7% de los zamoranos se definía, a la hora de posicionarse políticamente, como «de centro». Era el mayor porcentaje de las nueve provincias de la Comunidad de Castilla y León. En opinión de los sociólogos, la encuesta hacía patente que más de la mitad de la población prefiere «no mojarse» en terrenos que considera ajenos y lejanos pese a que en ese mismo estudio se señalaban como los principales problemas de la provincia el envejecimiento de la población y la falta de oportunidades laborales; o, lo que es lo mismo, la marcha de los más jóvenes. Problemas que sí corresponden a un ámbito de intervención política, a pesar de la distancia con la que la población zamorana parece percibirlo.
Y en semejante desierto tampoco han resonado nombres de líderes desde los tiempos de Viriato. A los líderes se los confundió con los caciques, pero son conceptos opuestos. El líder es capaz de dirigir y crear estrategias de grupo, pero el cacique, como apunta Amando de Miguel, participa de la misma mezquindad de los que considera o sus vasallos o sus enemigos.
La espiral parece haberse perpetuado desde siglos atrás, pero existen signos que permiten concebir esperanzas. Uno de los ejemplos es la pujanza demostrada por el sector vitivinícola que, con el esfuerzo de empresarios locales y la llegada de inversores de fuera, ha sido capaz de elevar a la categoría de élite un sector por el que pocos apostaban veinte años atrás.
A pesar de los encontronazos, la DO Toro ha demostrado como la unión de intereses pueden hacer más por la convergencia que las subvenciones a fondo perdido. En Benavente, tras años de enfrentamientos y pese a las dificultades económicas, la cooperativa agraria es ya una realidad.
Menudean los proyectos empresariales en los que los industriales vencen esa ancestral desconfianza para descubrir las posibilidades que entraña la unidad estratégica. Y en campos tan regateados para la provincia como la innovación y el desarrollo tecnológico surgen iniciativas como la que albergará el Campus de la capital para el estado del ahorro energético. Son pasos importantes el acercamiento y el redescubrimiento de la Universidad. Tal vez todas estas iniciativas sean la voz más apropiada que tenga que alzar Zamora, con trabajo y sin estridencias. Aún falta mucho por hacer, pero como decía Galileo: «Eppur si muove». Y, sin embargo, la pasiva Zamora, se mueve.

Esta Editorial fue publicada en La Opinión de Zamora. Como creo que es interesante y hace una radiografía real y exacta de la situación de nuestra provincia, por eso he creído conveniente colgarla en la web de Quiruelas. €1000io