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QUIRUELAS DE VIDRIALES: Varias veces me contaron, aunque olvidaré detalles,...

Varias veces me contaron, aunque olvidaré detalles, un relato de bodega y viejo, o viceversa. Trata de los 3 males que afligen al hombre, según nos catequizaban: mundo, demonio y carne. Los que no sepáis el cuento imaginad una cocina de las de antaño: su escaño de madera, con la hornaz, trébede y sartén al fuego, o la sartén de 3 patas de hierro fundido de entonces; y lo más importante, la voz, gestos, gracia y socarronería del señor Demetrio(Pavero), el narrador. Sucedió en Quiruelas a una mujer, por no querer compartir la cena con sus vecinas, y a su gato Raimundo, llamado Mundo p´acortar. Lo cierto es que un día murió el marido de esta mujer, y cuando estaba acabando de hacer unos chorizos fritos, y no de los "sabaderos", llaman unas vecinas a darle el pésame o al velatorio, según era costumbre.Ella, toda azorada, no sabe qué hacer con la sartén, hasta que la esconde bajo el escaño junto a la jarra de vino.Mientras las comadres la consuelan -Es ley de vida..., ¡si es que era un santo!-, ve al gato meterse bajo el escaño y piensa lo peor.Con su pata y uñas va sacando los choricillos, aún con el aceite hirviendo, y ella rompe a llorar apesadumbrada, mirando al cielo y al palo de la cocina con las longanizas colgando: -¡Ay!, ¡ay! ¡Mundo!, ¡mundo! Que no te detienes en nadie, ni dejas títere con cabeza. Y las vecinas: -Anda, tranquilízate, mujer, si no somos nada. Qué le vamos a hacer, hija, qué le vamos a hacer. Hay que resignarse-. Ella al ver que el gato sale con otro chorizo: -¡Ay, Mundo, Mundo! ¡Que te los vas llevando de uno en uno, y de dos en dos! Al poco, se agacha y a escondidas agarra la jarra y empina el codo hasta exclamar: -Y para mí son estos tragazos-. Al final la cena se la llevó el demonio.Y suerte que Mundo era "enaguao"(abstemio).
La bodega, reino de los viejos. Todo un mundo en vías de extinción, como fósil viviente que habría que declarar patrimonio de la humanidad, con minúsculas. Un día se "arroñarán"(hundirán, arruinarán) y nos quedarán los sucedáneos adecentados como negocio-restaurante. Sirva el cuento a modo homenaje humilde, y feliz memoria, de sus naturales inquilinos, aquellos sabios de la boina que se nos fueron y con quienes compartimos tantos ratos de "su" bodega. Allí con su vitalismo nos decían siempre, a veces sin palabras: "dadle todo lo que podáis", "aprovechad, que son dos días".