Compramos energía a futuro

PADORNELO: El señor González, después de un largo día de trabajo,...

El señor González, después de un largo día de trabajo, ha cenado livianito: un par de canelones a la Rossini. Después de una buena ducha caliente, se instala en el living a escuchar música. Mientras tanto, su señora se acicala y perfuma en el baño porque tal vez (sólo tal vez) esta noche suceda algo.

El señor González escucha, arrobado, "Tonada del Viejo Amor", en versión de Eduardo Falú, que lo transporta a otros tiempos y otras energías. En ese momento suena el timbre. Es su hijo menor, Rodrigo, evidentemente angustiado. El muchacho, de sólo 36 años, colapsa sobre un sillón, frente a su padre, y cuenta lo ocurrido:

- ¡Papá, me usaron!

- ¿En qué sentido, hijo? ¿Un problema de negocios?

- No, pa. Otra qué negocios. Vos sabés que yo estoy enamorado de Sabrina, sabés que estuvimos juntos casi cuatro años, sabés que me dejó, no sé por qué. Me pidió tiempo porque quería buscar. no sé qué.

- Sí, hijo. Pero pensé que estabas empezando a salir con otras chicas, como quien dice. abriendo el espectro. Porque ya se sabe, en el amor como en todos los órdenes. ¡Un clavo saca a otro clavo!

- Papá, por favor, no digas lugares comunes.

- Perdoná, hijo. ¿Querés tomar un whisky?

- ¡No bebo alcohol, no como carne, pa, soy vegano! ¿No te acordás?

- Sí, Rodrigo, disculpame, pensé que en un momento especial. Bueno, no importa, contame tu problema.

En ese momento, el señor González se emocionó y, uniéndose en un abrazo con su querido hijo, sintió los ojos húmedos

- Resulta que, chateando, conocí a una chica. Se llama Ayelén. Me pareció que no era una chica frívola. Militante, consciente, comprometida con la cosa social. O sea, que estaba en lo mío...

- ¿Linda borrega, Rodrigo?

- ¡Papá! ¡Nunca digas borrega! Es una persona, un ser humano de género femenino, una muchacha de 36 añitos...

- Ah bueno, Rodrigo. Entonces, perdoname, no es una muchacha. Es una mina grande. O sea: a esa edad podría estar casada, con hijos y divorciada. Con todo respeto.

- ¿No ves? ¡Ahí están aflorando todos tus prejuicios!

- Perdoná, hijo. Contame la historia.

- Una noche, salimos Ayelén y yo. Fuimos a un recital de jazz en Niceto, en Palermo Hollywood. A la salida, me invitó a su departamento, que queda en Las Cañitas. Bueno, resultó una noche mágica. ¿Te lo tengo que contar?

- No, hijo, por favor, no me cuentes que me da envidia.

- Bueno. La noche fue maravillosa. Yo me volví a mi departamento y después no nos vimos más. Pasaron dos o tres meses. Y una tarde ella me llamó. ¿Sabés lo que me dijo?

- Que te quería volver a ver.

- No. Que estaba embarazada.

- ¿De vos? ¿En una sola noche? Caray.

- Yo qué sé. Ella dice que hace años que no sale con un tipo, que soy el único.

- ¿Y puede ser cierto, hijo.?

- Sí, puede ser cierto. Pero a mí me dio la sensación de que había decidido quedar embarazada de alguien, de cualquiera, y como pinté yo. ¡Bueno, pa, me usó! Fui para ella un banco de semen. Fijate que tiene 36 años y se le va la hora en el reloj biológico. Para ser madre, digo.

- ¿Y qué pensás hacer, hijo?

- Desaparecer. A mí no me va a embromar así nomás. Cerré la cuenta de Facebook, la de Twitter y me borré de la guía. Vendí el auto. Ahora me manejo en ciclomotor. Alquilé un departamento a nombre de otra ex novia que tengo. ¿Te acordás de Gina?

- Sí, me acuerdo, Rodrigo. ¡Pero no podés vivir como un fugitivo! ¿No se te ocurrió pedir un examen de ADN para comprobar si, efectivamente, sos el padre de la criatura? Porque si lo sos, tenés ciertas obligaciones, y yo también, como abuelo.

- ¡No, pa, no! Una vez que firmaste y te registraste, estás frito. Siempre hay una duda, siempre hay una psicóloga, siempre hay una jueza. O sea, te lo juro, pa: ¡A mí no me van a usar de semental!

- No, hijo, claro, no faltaría más. Ya quisiera uno que lo usaran en ese sentido. en fin.

- ¿Qué decís, pa?

¡Pero no podés vivir como un fugitivo! ¿No se te ocurrió pedir un examen de ADN

- Nada, Rodri. Con el tiempo cambian las cosas y se olvida lo que uno es, lo que uno fue, lo que uno pudo hacer. En fin, no te preocupes. El asunto es lo que a vos te ha tocado vivir, hoy día. ¿No?

- ¡Claro, pa! Pero esta mina no me va a agarrar. Yo ya no existo, ni para la impositiva, ni para la familia, ni para la telefónica. No soy más una persona, pa, no soy Rodrigo. Soy una equis.

- Bueno, hijo, bueno.

En ese momento, el señor González se emocionó y, uniéndose en un abrazo con su querido hijo, sintió los ojos húmedos.

El hijo se apartó por un instante y lo miró fijo.

- Papi: no te preocupes por nada. Explicale a ma lo que sucedió. Simplemente, he pasado a la clandestinidad. ¿Ok? Es fuerte, lo reconozco. Es muy fuerte.

- Sí, hijo, sí - respondió el señor González, y volvió a servirse un whisky- ¡Mantenete en contacto! A lo mejor es una falsa alarma.

- ¡Adiós, pa!- exclamó Rodrigo, y cerró la puerta con un gesto teatral, al estilo Scaramouche.

La casa quedó en silencio..

Ahora que se habla mucho del aborto, me pareció interesante este artículo de Rolando Hanglin.