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PADORNELO: A finales de los setenta principios de los ochenta,...

A finales de los setenta principios de los ochenta, en un pueblo a cuarenta kilómetros de la ciudad, en un día del mes de abril, dando un paseo por el campo acompañando a mi jefe (yo 20 años y él 50), llegamos a una casa solariega. Salió el señor a saludarnos, pues mi jefe conocía hasta a los gatos en la zona. El campesino nos invitó a tomar un café. Yo que soy de campo, como los piornos, disfrutaba de ver todo aquello y me dediqué un poco a ver los animales que había y los aperos de labranza.
El caso es que por los alrededores veía unas quince o veinte gallinas que picoteaban en la tierra. Comenté al señor:
- Son guapas estas gallinas, tiene de varios colores. Son como las de mi pueblo.
El señor me respondió:
- Estas gallinas las tengo aquí de propaganda.
Como yo no entendía nada, me dijo:
- Venga para aquí.
A veinte metros tenía una nave. Me enseñó siete u ocho cajones ponederos con paja y en cada cajón nueve o diez huevos. Me dijo entonces:
- Yo voy a la granja, compro los huevos y los pongo aquí. La gente viene, sobretodo los fines de semana de la ciudad aquí a buscarlos. Creen que son de gallinas camperas. Las madres se los enseñan a sus niños y ellos mismos los cogen del ponedero. Yo gano diez pesetas en docena y ellos están contentos.
Sed felices con lo que tenéis mientras encontráis lo que deseáis.