Valcuebo, MALVA

Bueno, lo dicho, me voy al veterinario. Hasta luego.
Los pobres gatos mayaban a la deriva, y atraidos por sus lamentos aparecieron de repente una bandada de muchachos, que con gran júbilo por el hallazgo, se pusieron rápidamente a tirar cantos a los pobres animales con la intención de hundirlos lo antes posible. Cosa que no tardaron en conseguir.
Lo más común para llevar a cabo esta tarea era cogerlos en un caldero y llevarlos a las peñas, dónde se despeñaban sin más. Una vez nos tocó esta dura tarea a Manoly y a mí. Nos dió tanta pena que en vez de despeñarlos, y creyendo que les hacíamos un favor, los pusimos con mucho cuidado en una tapadera de plástico que encontramos por allí, y los echamos a la laguna, que había allí, en las peñas (creo que nos habían contado no hacía mucho la historia de Moisés.
Cuando yo era pequeña la vida de los gatos (y la nuestra) era muy diferente a la de ahora. En todas las casas había varios para que mantuvieran a raya a los ratones. Eran libres y andaban por todo el pueblo, y por ello tenían camandas de gatos cada dos por tres. Como no se podía permitir que la pobación de gatos aumentara descontroladamente, se eliminaba a la mayoría de las camadas, reservando uno o los que se considerara necesario.
Que pena. Allí nos llevaba la maestra de excursión, cuando llegaba la primavera y nos daba lecciones al aire libre de naturaleza. Una vez allí merendábamos y jugábamos al pañuelo.