Compramos energía a futuro

LUBIAN: Hace cincuenta años yo fui niña en Lubián. ...

Hace cincuenta años yo fui niña en Lubián.
Hace veinte fuí de visita, con la intención de ver en la realidad los recuerdos de mi mente infantil. Estando de visita en Moimenta, en casa de unos parientes de mi madre, salimos un domingo de verano por Manzalvos a la carretera general, y entramos en Lubián. Primera diferencia: cuando era niña, la carretera pasaba por Lubián, pero cuando hice esta visita, ya no. Esta cuestión ya me dejó bastante desorientada, pues la imagen del pueblo, al entrar, no concordaba para nada con las imágenes que yo guardaba en la mente.
Sin embargo tuvimos que parar en la calle porque estaban jugando a los bolos, y nos mandaron esperar. Mi marido aparcó el coche, y cuando entramos en el patio de los bolos, todo fue igual que cuando era niña. Vi "mi" balcón y "mi" escalera llenos de espectadores. Otras dos escaleras no eran en aquellos momentos sino gradas llenas de espectadores. Otros mozos y hombre maduros deambulaban por el patio jugando, poniendo los bolos, bebiendo vino por el porrón y devorando un jamón que habían colgado debajo de "mi" balcón, del que cortaban sin parar generosas magras.
Los jugadores formaban parejas en un campeonato donde iban quedando eliminados los equipos que perdían por 2-0 o 2-1. Las parejas perdedoras depositaban veinte duros en un peldaño de "mi" escalera, tal vez para el sufragio del vino, de la hogaza y del jamón.
Siempre ganaba la misma pareja: un hombre alto, escuálido y con patillas a lo Curro Jiménez, y un barbas tristes al que todos llamaban Alcalde. De éste decían los espectadores que no era un jugador explosivo, de los que llevan grandes boladas, pero sí el más constante y regular de todos: sus diez o veinte tantos no faltaban nunca, y sin despeinarse su abundante cabellera.
De repente, en un momento de gran silencio, cuando un jugador guiñaba el ojo con la bola en las manos, dispuesto a lanzar, quebró ese silencio un inmenso pedo rasgado, como si se hubiera caído la escalera que sujetaba aquel trasero endemoniado que acababa de levantar una de las dos posaderas.
Las mandíbulas de todos aquellos hombres, sin dejar de desgarrar jamón, estallaron en grandes carcajadas. Y todos los ojos se dirigieron a mi marido y a mí, que nos quedamos colorados, sintiendo casi una gran vergüenza por estar allí.
Entonces levantó la voz el autor de tan inesperado trueno sin nubes, el hombre de la cayada, y aquella gran boca desdentada dijo:
--Alcalde: 12 a 8.
Todo el mundo se rió todavía más, dirigiendo la mirada a los forasteros. Entonces el barbuscas, que estaba jugando al mismo tiempo dos partidas, se encaramó a la escalera, acercándose a aquel personaje que tanto me recordaba al cartonero de Cornellá, donde yo trabajaba en aquella época, y señalando con el índice al tío Anselmo (me parece que le llamaban así), repartió un pedo en ocho porciones limpiamente, como quien corta una empanada de cuatro cortes certeros, y dijo:
--16 a 12, tío Anselmo.
El cartonero (pues resultó ser el mismo) le lanzó el asa de la cayada al pescuezo y, mientras lo retenía en tan vergonzante postura, le dijo:
--Esa es mucha maestría, pero al partir un pedo en menudencias, sólo le han salido al señor maestro unas pedrorretas de peseta. Eso también lo sé hacer yo, pero mucho mejor. Mira.
Entonces fue nombrando uno por uno a todos los asistentes, que eran más de veinte, al tiempo de dedicarles un sonoro cuesco sin ningún tipo de vacilación. Al final nos miró a mi marido y a mí, excluyéndonos tal vez por desconocer nuestros nombres. Después se puso en pie con grandes esfuerzos, retorciéndose sobre si mismo, tomó una gran bocanada de aire, y exclamó:
-- ¡Y éste, para todo el pueblo en general!
Y aquella explosión hizo pensar a todos que la Escarramana se venía encima del pueblo, que así fue como describió uno de los oyentes aquel horripilante estruendo.
¿Será esta escena, verdadera como la vida misma, una escena de la España Profunda? ¿Se seguirá jugando a los bolos? ¿Y al complementario concurso, adornado de aquellos buenos tragos de vino acompañados de aquel hermoso jamón?