Serían las siete de la mañana al lado de las antiguas eras, en la orilla por dónde discurre con lento caminar pero con suave cántico el agua del arroyo Montoya, entre unas junqueras picoteaba un mirlo, estaba siendo observado por una paciente vaca, de pelaje rojo, y buenas formas cárnicas, ave y rumiante, se extrañaron al comenzar a repicar las campanas de la torre de la iglesia, la cigüeña estando en el nido, se lanzó en vuelo hacia las Gadañas, el acompañante del campanero, comenzó a ver el sol ... (ver texto completo)
Qué bonito y qué romántico, Vientodel.