Aquel perro vagabundo, de pelo desdeñado, estaba en la loma contemplando su zona por donde deambulaba. Seguro que recordaba épocas de gran abundancia. Como se suele decir: “ataban los perros con longaniza, a falta de soga”
El día había sido gris. Por el rojo y blanco que se formaba en las nubes a la puesta del sol —llamado vacadesollada— el perro sabía que el frío venidero sería intenso. Por ello, buscó dónde refugiarse para pasar la noche.
Hecho un ovillo a la puerta de un pajar, soñaría con grandes manjares. Recordaría aquella casa que, varias veces, su dueña le tiró un mendrugo de pan, cerrando enseguida el cuarterón de la ventana para que nada de él pudiera entrar para adentro.
El perro, mientras dormía a la puerta del pajar, era desconocedor de que aquella limosna de los mendrugos de pan tirados desde el cuarterón, quería decir que no era digno de entrar en aquella casa.
El perro movió el hocico, guardando sus naricillas entre el pelo. En su lomo, la escarcha se depositaba.
El día había sido gris. Por el rojo y blanco que se formaba en las nubes a la puesta del sol —llamado vacadesollada— el perro sabía que el frío venidero sería intenso. Por ello, buscó dónde refugiarse para pasar la noche.
Hecho un ovillo a la puerta de un pajar, soñaría con grandes manjares. Recordaría aquella casa que, varias veces, su dueña le tiró un mendrugo de pan, cerrando enseguida el cuarterón de la ventana para que nada de él pudiera entrar para adentro.
El perro, mientras dormía a la puerta del pajar, era desconocedor de que aquella limosna de los mendrugos de pan tirados desde el cuarterón, quería decir que no era digno de entrar en aquella casa.
El perro movió el hocico, guardando sus naricillas entre el pelo. En su lomo, la escarcha se depositaba.