Habiéndose pasado San Mateo, el coso de la Glorieta da al cerrojazo. En el recuerdo nos queda lo acontecido en sus tardes de toros. El desembarque siempre es un espectáculo. Ver el comportamiento del toro de lidia cuando hay pocos estímulos para el animal. Me centraré en hacer mi particular comentario sobre el desembarque de la corrida de Garcigrande. (Se puede ver en Youtube) La presencia de los toros, bellísima. Sin ser cornalones, como serían para las plazas de las Ventas, Bilbao o Pamplona. Sus pelajes rojos y negros. Resaltando el tercero, careto en rojo. Donde se recreó la naturaleza en su belleza de pelaje y conformación de las astas. Sobre el cuarto hagamos mención especial, por ser rojo albardao y lucero. Más que lucero, se puede decir que lucía un tímido rayo de luna, bello ejemplar como todos sus hermanos. Alguien que admire este pelaje puede quedarse ensimismado contemplándolo.
La denominación de albardado, alguien la crearía hace varios cientos de años. Aún con el paso del tiempo se puede asegurar que este toro reafirma lo dicho por el creador.
Hasta aquí solamente es belleza, en su estampa. Desde el momento que asoman por el cajón del camión, hay que detenerse a contemplar sus movimientos, miradas y actitudes. Esa es la esencia del toro de lidia y su encaste. Entendiendo esa parte, se entiende mejor el arte de torear. Es decir. Crear arte en un compendio de embestida brava, quietud y muerte. Que se acuna con suavidad entre las astas del toro.
Aún siendo importante el torear bien, en el toreo de salón. Es más esencial embestir bien, en dicho toreo.
¿Por qué es importante embestir bien? En los comienzos de ser torero el que embiste bien, es que ha entendido o sabido ver el comportamiento del toro. Esencial para poder ejecutar con limpieza y acierto el arte de torear, delante de la cara del burel.
Una pequeña apreciación a los organizadores del desembarque. La rampa de bajada del camión, debería tener entre travesaño y travesaño uno más. Pues queda claro que con los leves resbalones, pueden dañarse en los cuartos traseros los estados. Es decir, se puede descaderar alguno, o hacerse daño en la columna. Lo cual mermaría sustancialmente las fuerzas a la hora de embestir el día señalado para ello.
Dejando atrás el desembarque y haciendo un ejercicio de memoria, recuerdo que hace unos cincuenta y seis años aproximadamente, al paso por el lugar entonces llamado el Portón, aquí en nuestro pueblo. La gente mayor puede recordar dónde se hallaba. La vaca de nombre Montañesa, se resbaló en una leve rampa que había de cemento. Por ello se descadero. No pasa siempre, pero puede pasar. Dicho esto. Solo me queda hacer un apreciado recuerdo, al dueño de la vaca montañesa.
La denominación de albardado, alguien la crearía hace varios cientos de años. Aún con el paso del tiempo se puede asegurar que este toro reafirma lo dicho por el creador.
Hasta aquí solamente es belleza, en su estampa. Desde el momento que asoman por el cajón del camión, hay que detenerse a contemplar sus movimientos, miradas y actitudes. Esa es la esencia del toro de lidia y su encaste. Entendiendo esa parte, se entiende mejor el arte de torear. Es decir. Crear arte en un compendio de embestida brava, quietud y muerte. Que se acuna con suavidad entre las astas del toro.
Aún siendo importante el torear bien, en el toreo de salón. Es más esencial embestir bien, en dicho toreo.
¿Por qué es importante embestir bien? En los comienzos de ser torero el que embiste bien, es que ha entendido o sabido ver el comportamiento del toro. Esencial para poder ejecutar con limpieza y acierto el arte de torear, delante de la cara del burel.
Una pequeña apreciación a los organizadores del desembarque. La rampa de bajada del camión, debería tener entre travesaño y travesaño uno más. Pues queda claro que con los leves resbalones, pueden dañarse en los cuartos traseros los estados. Es decir, se puede descaderar alguno, o hacerse daño en la columna. Lo cual mermaría sustancialmente las fuerzas a la hora de embestir el día señalado para ello.
Dejando atrás el desembarque y haciendo un ejercicio de memoria, recuerdo que hace unos cincuenta y seis años aproximadamente, al paso por el lugar entonces llamado el Portón, aquí en nuestro pueblo. La gente mayor puede recordar dónde se hallaba. La vaca de nombre Montañesa, se resbaló en una leve rampa que había de cemento. Por ello se descadero. No pasa siempre, pero puede pasar. Dicho esto. Solo me queda hacer un apreciado recuerdo, al dueño de la vaca montañesa.