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EL PIÑERO: Las aguas claras del Montoya van bajando. A su paso...

Las aguas claras del Montoya van bajando. A su paso acarician berros, marisilvas y junqueras. En ellas se miran al espejo los chopos, álamos, olmos y algún saúco. Varios mirlos picotean en sus márgenes. Un ruinseñor posado en una rama de la arboleda trina y a veces se detiene para escuchar las suave canción del aguas. Mientras esto sucedía la tarde del día de Santiago, El Piñero seguia disfrutando de sus fiestas. Con bullicio, alegría, cordialidad y buen yantar, a ritmo de los compases de la charanga. Todas las peñas del recorrido tienen un mérito absoluto. Bien reconocido por los paladares y estómagos de los asistentes. Las que el convite lo celebran en la Torre, es cuestión aparte. No se pueden encontrar un sitio mejor para que la gente deguste los manjares que le ofrecen. Teniendo la luna que les saluda por encima de los tejados hacia el Sureste. Al Norte la silueta de la espadaña de la Iglesia. En el Noroeste los Álamos silenciosos que dormitan sintiendo la frescura del agua del arroyuelo, mientras la brisa mueven sus hojas dejando destellos de Luna. Al Oeste el valle del Montoya recibiendo las aguas del Valdeaverillo. El visitante aparte de lo que le ofrezcan sentirá paz, la armonía de las estrellas y la luna, la naturaleza dormitando. Mientras la espadaña de la Iglesia ejerce de notaria privilegiada de todo lo que acontecía.